Sr. Portavoz de los Obispos: el Evangelio entero, por favor

(J. I. Calleja Sáenz de Navarrete. Profesor de Moral Social Cristiana- Vitoria-Gasteiz) Hago lo posible por objetivar las advertencias morales del P. Camino, Obispo-portavoz de la CEE, y eso se traduce en tratar de entenderlas en su significado preciso. Es decir, si con el Catecismo de la Iglesia Católica en una mano y el Código de Derecho Canónico en la otra, ha dicho algo inconveniente.

Sustancialmente tengo que reconocer que se atiene a esas “fuentes” de la “doctrina” católica. Ya sé que usted y usted dará por bueno este proceder intelectual y magisterial, y que usted y usted pensará como yo, que es de una pobreza extrema esta manera de ejercer el ministerio de enseñanza episcopal. Pero, nobleza obliga, es legítimo y puede en conciencia sentirse obligado a preferirlo en casos extremos. El problema es que si se prefiere siempre y sistemáticamente, sin distinguir casos y casos, a lo mejor los demás tenemos dudas de que esa enseñanza moral haga el debido esfuerzo de discernimiento que como adultos nos corresponde. Vamos, que nos trata como a menores de edad en la fe y en la doctrina.

No creo que sea el momento del nominalismo, es decir, de la lucha por las palabras, sobre si Camino ha utilizado bien los conceptos “pecador público”, “herejía” y “excomunión”, al referirse a los políticos católicos y su posible apoyo a la “la ley Zapatero” sobre el aborto. Me importa mucho más el hecho en sí y el significado que tiene para la presencia evangelizadora de la Iglesia española en su sociedad.

¿Y cuál es este significado, a mi juicio? Negativo, fundamentalmente negativo. La Iglesia puede decir esto sobre los políticos y el aborto, desde luego que sí. Pero mejor que lo diga la Iglesia Católica, y que los católicos veamos ese discernimiento común y bien respaldado de los Obispos. La colegialidad episcopal es evangelizadora más que cualquier palabra en cuestiones vitales. No uno de ellos y con el respaldo que se le supone. Hay que escenificar bien la eclesialidad del discernimiento. Este solitarismo de la “portavocía” episcopal no es de recibo en una sociedad de católicos mayores de edad. Tanta verdad doctrinal, moral y “política” para uno solo resulta chocante e indigesta.

Pero hay otra razón que voy a considerar, además del discernimiento sin sujeto colegial claro.
Una voz profética desde la Iglesia tiene que crecer en legitimidad porque se implica a fondo con el ser humano en sus causas más injustas. En todas, dentro de lo humanamente posible. No sólo cuando está en juego la vida del no nacido y del anciano desvalido, sino también cuando la riqueza de unos acapara medios sin cuento, mientras otros, miles y miles de personas, van a morir de hambre sin remedio, o a vivir con total indignidad.

No se puede uno fotografiar hoy con los 35 representantes de las empresas del IBEX, para que nos financien la JMJ del 2011, movernos en los círculos culturales más conservadores y elitistas de la sociedad española en cuanto a la estructura social y educativa, sostener unos medios de comunicación claramente neoliberales, ocultarse a la sombra de Cáritas en cuanto a qué decir y hacer ante la crisis económica, mostrarse doctrinalmente posibilistas en cuanto a la resolución de los dramas de la humanidad en comida, agua, salud y educación, y pretender que la sociedad nos crea sin reservas el día que nos ponemos serios y directos ante el aborto. No se puede ser selectivos al postular las exigencias morales de la dignidad humana en la vida social y al hacer memoria moral de las Bienaventuranzas.

No me considero elegido para tomar la palabra en nombre de nadie en la Iglesia, pero tienen que resonar voces de cristianos que denuncien cuán selectivos somos al tratar las injusticias. Éste es un momento que obliga a rectificar. El Evangelio entero, por favor.

En el nº 2.684 de Vida Nueva.

Compartir