Blázquez sonríe, pero también actúa

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Ricardo Blázquez es de Villanueva del Campillo, en la sierra de Ávila. Por allí pasa el Gamo, cuyas aguas tributan al Tormes. También el flamante presidente del Episcopado llegó a la ciudad del Tormes para iniciar su servicio a la Iglesia. Desde este pueblo que hoy cuenta con un centenar de vecinos, con restos vetones, don Ricardo salió para estudiar en Ávila, Roma y Salamanca, a donde volvió para enseñar en las aulas de la Pontificia.

Después, nombrado obispo auxiliar de Santiago de Compostela en 1988, aupado por el entonces arzobispo Rouco, comenzó su nada fácil tarea. Después Palencia, para sustituir a Nicolás Castellanos, el obispo que renunció a la sede para cambiarla por un trabajo con los pobres en Bolivia. Después, Bilbao en momentos delicados. Se ganó a su gente y se puso a su lado, sin caer en la zanja política. Con Valladolid, varias encomiendas en España y en Roma.

Un día me dijo que de pequeño quería haber sido camionero. Le gusta la carretera. Ahora, a un mes de los 72, con su experiencia, alentado por los aires del nuevo pontificado, Ricardo Blázquez dará más juego, con menos hipotecas y con un mayor apoyo, retirados ya muchos miedos, muchos.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.886 de Vida Nueva.

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