Sobre la Ley de Libertad Religiosa

(Jesús Sánchez Adalid– Sacerdote y periodista)

“La Iglesia será pronto tan sólo una voz más en la sociedad plural, y tendrá que aportar sus razones en defensa o en contra de algo sin ponerse nerviosa, sin decir cosas fuera de contexto que ya casi nadie entiende”

La institución que ha marcado la historia y la identidad de España es la Iglesia católica. Sin embargo, ésta se ve hoy enfrentada a una grave crisis que no debemos negar y que se manifiesta no sólo en la pérdida de vocaciones, sino también de fieles. Hay datos significativos en las últimas encuestas del CIS: una poderosa corriente laica arrastra a la opinión pública española. Aunque estos movimientos deben examinarse con sumo cuidado, porque la religión toca las fibras más profundas del ser humano y no hay elementos precisos para valorarla en todas sus facetas. Pero la caída del sentimiento católico de pertenencia tiene mucho que ver con la evolución mental de los ciudadanos, con la búsqueda de nuevos caminos espirituales y con el individualismo creciente. Todo un ideario, quizá, de la nueva mentalidad que emerge de una breve e intensa transición política y social.

Esto debemos juzgarlo sin llegar al catastrofismo ni a la angustia. La Iglesia será pronto tan sólo una voz más en la sociedad plural, y tendrá que aportar sus razones en defensa o en contra de algo sin ponerse nerviosa, sin decir cosas fuera de contexto que ya casi nadie entiende. Debemos mirar, sin perder la esperanza, hacia un futuro inmediato en el que la milenaria institución tendrá que medirse en un plano de igualdad con otras creencias o grupos de presión. Es hora de asumir un ecumenismo auténtico; una convivencia interreligiosa que admita la pluralidad de caminos para la salvación, sin reservarse el monopolio de Dios y de la verdad. En un diálogo epistemológico sereno con las diversas ciencias y culturas de nuestro tiempo, sin negarles autonomía y libertad; sin acudir a la imposición por vía de autoridad. La experiencia demuestra que las posturas rígidas y dogmáticas en este campo, lejos de contribuir a una justa moralización de la sociedad, desacreditan el anuncio religioso y dejan sin orientación a muchos espíritus sensibles que están en sincera búsqueda espiritual.

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