Siempre hay una posibilidad

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“La fe y la práctica religiosa, muy lejos de ser una traba para el desarrollo social y el bienestar de los pueblos, son una gran ayuda…”.

Perdón por el tecnicismo. Sabido es que los agentes catalizadores son una serie de elementos y sustancias que, sin intervenir directamente en el proceso, lo facilitan y consiguen que se realice en unas mejores condiciones. Como es lógico y de esperar, no vamos a hablar aquí de procesos químicos, sino de modos de vivir, proyectos e ilusiones a realizar, empresas que llevar a cabo, planes evangelizadores…

Pues bien, cuando se quieren realizar esas iniciativas y proyectos, siempre aparecen los agentes que promueven actitudes de desconfianza y sospecha, de ineficacia y, en definitiva, de fracaso.

El desánimo, la crítica negativa, el desprestigio de las personas, la indiferencia, la falta de colaboración, entre otras actitudes poco generosas, son entorpecimiento y trabas para conseguir aquello que se había proyectado. Existen unas actuaciones especialmente dañinas y con una eficacia destructiva increíble, como puede ser el desprestigiar a las personas, el constituirse en grupo de presión ideológica y, por supuesto, la dictadura, la intolerancia y la intransigencia a toda costa.

En primer lugar, la corrupción, y no me refiero a tomar de la caja común aquello que a uno no le pertenece, sino de dejar de ser lo que uno es. Perder la propia identidad, como persona y como cristiano. Es todo eso del creyente y no practicante, o del ritualista que cumple, pero no cree.

Después llegará la prevaricación, que es dejación en el cumplimiento de las obligaciones que a cada uno le corresponden según la vocación a la que ha sido llamado. Aquí, el pecado puede ser el de poner trabas, inconvenientes y desánimos, o el de no colaborar positivamente con aquello que contribuye al bienestar de todos.

Consecuencia de lo anterior es la apostasía camuflada en la indiferencia. Ni se cree en nada ni en nadie y se toma el camino del francotirador, del que va por libre, con su propio rito de autosuficiencia.

Muchas más actitudes son las que se podían añadir, pero estas son más que suficientes para darse cuenta de lo absoluto e indigno que es el poner palos entre los ejes de las ruedas para que la sociedad, la Iglesia, la evangelización no puedan seguir adelante.

Otra cosa distinta es la conciencia crítica, la oposición positiva, el contraste de pareceres, la divergencia de opiniones, la diversidad de criterios sobre la realización de los proyectos.

La fe y la práctica religiosa, muy lejos de ser una traba para el desarrollo social y el bienestar de los pueblos, son una gran ayuda, pues ponen motivaciones, agentes y medios más que recomendables para conseguir un Estado de justicia y de paz.

Decía Benedicto XVI refiriéndose al ciego Bartimeo: “Él no es ciego de nacimiento, sino que ha perdido la vista: es el hombre que ha perdido la luz y es consciente de ello, pero no ha perdido la esperanza, sabe percibir la posibilidad de un encuentro con Jesús y confía en él para ser curado” (Homilía en la clausura del Sínodo, 28-10-2012).

En el nº 2.834 de Vida Nueva.

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