Si el hombre se convierte en un museo de información

Antonio Spadaro, director de La Civiltà CattolicaANTONIO SPADARO | Director de La Civiltà Cattolica

El papa Francisco se encuentra en Manila. Llueve a cántaros, pero frente a él hay 30.000 jóvenes en el césped del campus universitario de la ciudad. Uno de los estudiantes, llamado Leandro Santo, le hace una pregunta: “¿Cómo hago para vivir bien en la época de la sobrecarga informativa?”. Una pregunta extraña para hacérsela a un papa.

Pero Francisco recoge la provocación y responde evocando una imagen, la del hombre-museo, que acumula información sin saber qué hacer con ella. Y contrapone esta imagen a la del hombre-sabio, el homo sapiens.

Quien acumula datos sin saber qué hacer con ellos, “musealiza” su vida. Si uno se encierra en el capullo de la información siempre disponible y al alcance de la mano, se está cerrando a la sorpresa. “Y no tengamos la psicología de la computadora de creer saberlo todo. ¿Cómo es esto? Espera un momento y la computadora tiene todas las respuestas: ninguna sorpresa. En el desafío del amor, Dios se manifiesta con sorpresas”. Hoy nos encontramos bombardeados por las respuestas.

La capacidad de predicción de los motores de búsqueda es extraordinaria. Obtienes una respuesta antes incluso de formular la pregunta. Esto es en ocasiones decididamente útil. Pero en estas situaciones, ¿qué es lo que corremos el riesgo de perder? Las preguntas. Teniendo a disposición todas las respuestas, ya no nos ponemos el problema de hacernos las preguntas. Y, si se forma una visión del mundo, entonces nos queda poco espacio para la sorpresa.

Si sabes que todas las respuestas están siempre al alcance de la mano, acabas formándote una mentalidad poco proclive a lo imprevisible. Esto es lo que le responde el Papa a Leandro: sin “serendipia” (el hallazgo inesperado de algo cuando se está buscando otra cosa), los datos se convierten en piezas de museo.

El algoritmo no basta a la innovación porque es, en cualquier caso, funcional a un sistema. De esta intuición parte su concepto de reforma. También la de la Iglesia. Incluso el encuentro con Dios es una experiencia de “serendipia”.

Francisco concluye aquella intervención frente a los estudiantes pidiéndoles que sean de verdad homo sapiens: “¡Déjate sorprender por Dios! No le tengas miedo a las sorpresas, que te mueven el piso, nos ponen inseguros, pero nos ponen en camino”.

En el nº 2.935 de Vida Nueva.

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