Ser cristianos en Tierra Santa

(Camilo Maccise– Mexicano, expresidente de la Unión de Superiores Generales)

“La verdadera fidelidad del cristiano que vive en Tierra Santa ‘consiste en amar a toda su sociedad, a los dos pueblos, a los creyentes de todas las religiones… y a los no creyentes… Para Dios ningún hombre es un enemigo'”

He leído en estos días la última carta pastoral de monseñor Michel Sabbah, Patriarca Latino de Jerusalén, que terminó su servicio eclesial en marzo de 2008. En ella presenta reflexiones sobre el significado de ser cristianos y vivir en Tierra Santa. Al mismo tiempo, ofrece sugerencias para la Iglesia del Medio Oriente y para encontrar caminos para hacer realidad la anhelada paz entre palestinos y judíos.

Hace 40 años, durante el tiempo de mis estudios bíblicos, viví un año en Jerusalén. Acababa de terminar la Guerra de los Seis Días, que trajo como consecuencia la ocupación de territorios pertenecientes a los palestinos. Desde entonces, se han hecho intentos de una paz que no llega. Más bien, ha crecido la violencia como acción y reacción. Sin justicia es imposible que haya paz.

La presencia de los cristianos se reduce cada vez más. Belén, donde los cristianos eran el 75%, cuenta ahora con sólo un 12%. En Jerusalén, se ha pasado del 14 al 2%. Los cristianos emigran a causa de la inestabilidad política, económica y social en todos los países de la región, afirma monseñor Sabbah. Él exhorta a los cristianos que se han quedado a aceptar ser minoría para unirse al misterio de Cristo; a conservar su identidad y a ser agentes de comunión y reconciliación; a dialogar y colaborar entre las diversas confesiones cristianas para que juntas lo puedan hacer con judíos y musulmanes de buena voluntad. Así, podrán impedir que los grupos extremistas de ambas partes, que favorecen el odio y la violencia, obstaculicen la paz. La verdadera fidelidad del cristiano que vive en Tierra Santa “consiste en amar a toda su sociedad, a los dos pueblos, a los creyentes de todas las religiones… y a los no creyentes… Para Dios ningún hombre es un enemigo”.

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