Sensibilidad misericordiosa

Sebastià Taltavull, obispo auxiliar de Barcelona SEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona


Con frecuencia me pregunto a qué somos sensibles hoy. El quehacer cotidiano nos da la respuesta cuando el trato con los demás y la reacción espontánea que tenemos ante lo que acontece nos ofrecen múltiples ocasiones para descubrirlo. No se trata solo de ser sensibles a la bondad, a la verdad o a la belleza, sino de encontrar aquellas formas de diálogo que verifiquen si estamos o no de parte de la justicia, de la paz, de la igualdad, de la verdadera libertad, aquella que admite sus límites y reconoce la libertad del otro. Más aún, la sensibilidad que abre el corazón a lo más miserable, la sensibilidad misericordiosa.

Los acontecimientos cargados de violencia, los hechos que conocemos porque corren los medios de comunicación y las redes sociales, nos lanzan hacia las cuerdas de una convivencia que está perdiendo valores auténticos, convicciones firmes y armonía en todos los sentidos. Somos sensibles ante cualquier atropello a personas inocentes e indefensas, pero también lo somos ante cualquier ofensa a la legítima creencia religiosa porque forman parte de nuestra identidad y no pueden recibir el ataque injusto de quien los ridiculiza.

Cuando estalla la violencia en lugares emblemáticos o va dirigida hacia personas, sea cual fuere su condición, –pensemos en Auschwitz y en el terrorismo organizado– y crece nuestra sensibilidad hacia una convivencia en paz, ¿es posible creer en ella?. Éste es el reto que nos lleva a definirnos sobre nuestra capacidad de perdonar y ser misericordiosos. Asistí en Alemania a un encuentro de oración en el que participaban jóvenes universitarios cristianos y jóvenes universitarios judíos. Nunca como aquel día había rezado el salmo 84 con lágrimas en los ojos y compartí la emoción de una comunidad reconciliada. Todos nos abrazamos.

En el nº 2.977 de Vida Nueva.

Compartir