CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
“Una misión imprescindible en la vida de la Iglesia es la de la presencia de la mujer en la sociedad. Gracias a Dios se ha cambiado mucho, y para bien, pero sigue siendo necesaria una formación completa…”.
Había nacido en Vic en 1848. En Madrid, y en 1911, moría la fundadora de las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza. El día 21 de octubre de 2012 será canonizada: santa Carmen Sallés. Una mujer que dedicó toda su vida a buscar lo que fuera más conveniente para que las niñas y las jóvenes pudieran salir de una situación marginal y de indigencia, y pudieran vivir con dignidad en una sociedad donde la mujer apenas tenía relevancia.
Quería que la mujer estuviera integrada en la sociedad con todos los derechos y responsabilidades. No había mejor camino que el de la enseñanza, el de una formación integral, completa, donde los conocimientos se unieran a unas actitudes virtuosas. Hacer que la mujer tuviera, y fuera consciente de ello, una personalidad apreciable que pudiera presentarse en cualquier espacio de la vida social.
El misterio de la concepción inmaculada de María, tan presente en la vida de la Iglesia de aquellos momentos –pensemos en la definición del dogma y las apariciones en Lourdes–, marcarían no solamente su devoción mariana, sino el carisma que había de dar a la congregación que ella fundara: por encima de todo, Dios quiere el bien para sus hijos.
Las fundaciones de la nueva conversación se llamarían “Casa de María Inmaculada” y serían auténticos centros misioneros de algo tan importante como era el apostolado de la enseñanza.
Quiso también Carmen Sallés dar un estilo peculiar a las escuelas y colegios de las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza. En primer lugar, una formación de verdadera calidad, para lo cual era necesario formar hermanas maestras. Para ello, no dudó en que las concepcionistas tuvieran los títulos necesarios que garantizaran una sólida preparación para ejercer la docencia.
Se había de buscar la unidad entre la inteligencia y el corazón, entre los conocimientos y aquellas actitudes que configuraban la verdadera personalidad. Pues solamente de esta manera se podría conseguir algo tan importante como era una auténtica liberación de la mujer y que tuviera en la sociedad el puesto que, sin duda alguna, le correspondía.
La obra que emprendiera Madre Carmen Sallés continúa, con el mismo espíritu y dedicación, en las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza. Una misión imprescindible en la vida de la Iglesia es la de la presencia de la mujer en la sociedad.
Gracias a Dios se ha cambiado mucho, y para bien, pero sigue siendo necesaria una formación completa, de verdadera calidad académica y en una adecuada educación para alcanzar esa madurez personal que solamente se consigue en la unidad entre la inteligencia y los mejores sentimientos que Dios ha puesto en el corazón de las personas.
Decía Benedicto XVI: “La educación, en la familia o en la escuela, debe ser sobre todo la educación en los valores espirituales que dan a la transmisión del saber y de las tradiciones de una cultura su sentido y su fuerza. El espíritu humano tiene el sentido innato de la belleza, del bien y la verdad. Es el sello de lo divino, la marca de Dios en él. De esta aspiración universal se desprende una concepción moral sólida y justa, que pone siempre a la persona en el centro” (Encuentro con las autoridades. Baadda, 15-9-2012).
En el nº 2.819 de Vida Nueva.
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