Ruiz-Giménez, una vocación laical

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

La longevidad lleva aparejado el olvido, y en la muerte de Joaquín Ruiz-Giménez hemos tenido un claro ejemplo. En una España sin proyecto y en una Iglesia confusa, sus trayectorias vitales se vuelven paradigmas de una armonía entre responsabilidad cívica, espíritu eclesial y seguimiento evangélico, forjadora de su conciencia en las más diversas responsabilidades político-eclesiales. La amnesia es caldo de cultivo frecuente en España, como en muchas redacciones de informativos que optaron prolijamente por la muerte de un Ted Kennedy con perfil creyente de envergadura discutible. Se ha recordado con morbo a Carmina Ordóñez y se ha vuelto a escribir de Umbral, de Diana de Gales, de Antonio Puerta, sin dejar tranquilo a Michael Jackson y el misterio de su muerte. De Ruiz-Giménez se dio la noticia de su muerte y de sus fricciones con el franquismo. En una España empecinada en la memoria selectiva y falta de espacios para el diálogo, aprovechamos para recordar las trayectorias vitales de este político cristiano que asumió la Gaudium et Spes y el decreto Dignitatis Humanae. Su memoria merece ser destacada como paradigma en momentos de tope de carnero y en tiempos en los que tan devaluada está la tarea política. Su figura muestra que es posible la vocación cristiana en la política para devolver a la res publica la dignidad arrebatada. En tiempos fríos, cuando escasean los profetas del diálogo, Ruiz-Giménez se alza como ejemplo de un laicado adulto, formado, metido en los entresijos de la sociedad como sal y luz evangélicas.

Publicado en el nº 2.673 de Vida Nueva (del 5 al 11 de septiembre de 2009).

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