Romero: profeta, mártir, beato

Sebastià Taltavull, obispo auxiliar de Barcelona SEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona

Llegó el momento esperado. Somos muchos los que nos hemos alegrado y lo agradecemos al Señor y al papa Francisco. Una vez más, la Iglesia proclama la santidad de quien ha dado su vida por Cristo y los hermanos. Por Cristo, porque lo ha hecho llegar a todos sin exclusión; y por los hermanos, porque su corazón de pastor lo ha descubierto en los más pobres. Su voz profética se ha hecho sentir, muy incómoda para aquellos que se atribuyen un poder que no tienen, los dictadores de turno; pero al mismo tiempo una voz muy escuchada y querida por los sin voz, los que se sienten amados y apoyados, víctimas de la violencia y la injusticia.

Desde su muerte, el obispo Óscar Romero ha sido un referente de santidad para toda la Iglesia, como también lo son los mártires de hoy y de siempre. Un referente cercano como obispo-pastor-modelo, como lo fue para nosotros, curas jóvenes, cuando en los años 80 estábamos plenamente involucrados en la pastoral juvenil. Su actitud valiente fue siempre un estímulo para nuestro celo apostólico. Quise dejar constancia en el libro de preparación a la Confirmación que escribí pocos años después de su muerte.

Sus palabras ya lo dicen todo: “Me gusta el calificativo de hombre de esperanza. Creo que es mi misión, yo he intentado mantenerla en el pueblo. Hay un Cristo liberador que tiene fuerza para salvarlo. Yo intento poner a mi gente en esa esperanza. Como pastor, estoy obligado, por mandato divino, a dar la vida por aquellos a quienes amo, que son todos los salvadoreños, incluso aquellos que vayan a asesinarme. Mi muerte, si es aceptada por Dios, será para la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro. Si llegan a matarme, usted puede decir que perdono y bendigo a los que lo hagan. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios no morirá jamás”.

En el nº 2.944 de Vida Nueva.

 

ESPECIAL MONSEÑOR ROMERO BEATO:

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