Ricino

(Dolores Aleixandre, rscj)

“Quien viva a la intemperie y no haya encontrado aún una “rama de ricino” para cobijarse, que la busque por tierra, mar y aire hasta que dé con alguna comunidad, grupo de fe o compañeros que le den sombra en su camino cristiano… Quizá lleguen días en que a nuestro correo electrónico llegue un mensaje como éste: ‘¿No tienes curiosidad por saber cuáles son los ricinos de tus amigos? ¡Contáctalos para preguntárselo!'”

Los niños de la posguerra nos dividíamos en dos grupos según tomáramos aceite de ricino o de hígado. A nivel doctrinal, unos éramos del catecismo del P. Astete y otros del Ripalda, que comenzaba así: “Decid, niño, cómo os llamáis”; pregunta a la que respondíamos con voz cantarina: “Pedro, Juan, Francisco, etcétera”.

Las niñas íbamos incluidas en el “etcétera”, pero entonces aún no estábamos maleadas por la ideología de género con la que tantos disgustillos damos ahora a nuestros obispos. Jugábamos con muñecas y leíamos cuentos, ajenas por completo a estar siendo manipuladas por esos juegos y lecturas sexistas, machistas y antifeministas, según nos informan ahora.

Volviendo al ricino: lo he recordado hace poco visitando el Monasterio de Bose (Italia), porque su editorial se llama Qiqajon, nombre hebreo del árbol bajo el que se refugió Jonás, sofocado por la calor y por el enfado que le produjo la conversión de los ninivitas.

Miro en el logo de la editorial la rama de ricino que acoge a una lechucita atentísima y pienso qué necesitados estamos todos de encontrar una sombra que nos cobije en estos tiempos inclementes.

A Bose, una comunidad ecuménica de monjes y monjas jóvenes, con Enzo Bianchi como prior, acude una cantidad ingente de personas buscando silencio, lectio divina y cursos de espiritualidad. Qué suerte vivir cerca de un lugar así, tan nutriente para la fe.

Quien viva a la intemperie y no haya encontrado aún una “rama de ricino” para cobijarse, que la busque por tierra, mar y aire hasta que dé con alguna comunidad, grupo de fe o compañeros que le den sombra en su camino cristiano… Quizá lleguen días en que a nuestro correo electrónico llegue un mensaje como éste: “¿No tienes curiosidad por saber cuáles son los ricinos de tus amigos? ¡Contáctalos para preguntárselo!”.

Por si se retrasa ese momento, los ojos inquisitivos de la lechucita nos seguirán inquietando hasta que encontremos el nuestro.

daleixandre@vidanueva.es

En el nº 2.741 de Vida Nueva.

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