Religiosos en crisis o crisis de los religiosos

(Juan Rubio)

Un destacado prelado decía no hace mucho tiempo a un grupo que giraba visita de cumplido a su casa, viejo convento desamortizado, que la “Vida Religiosa, tal y como está planteada hoy en la Iglesia, acabará en este siglo; no se puede sostener. El futuro está en los nuevos movimientos. Pasará como con esta casa en donde vivo. Tuvieron que irse porque eran pocos”. Desconocía el obispo que los cuarenta y tres frailes que vivían en donde él ahora vivía solo, fueron desalojados. Y desconocía también que entre los visitantes había religiosas que en su diócesis estaban en lugares a los que era difícil mandar a alguien. Imprudencia doble. Sin pudor y con osadía se escuchan cada vez más estas voces. La tarea de gobierno exige abrirse a un entendimiento mayor, aunque sólo sea por necesidad.

Es verdad que de muchos lugares las congregaciones se están retirando por razones bien distintas. Hay crisis vocacional. Se cierran comunidades, se reagrupan casas de formación, se abandonan obras que en algunos de los pueblos fueron emblemáticas y se cuenta, cada vez más, con los laicos integrados en la espiritualidad genuina de cada congregación. Los capítulos provinciales o generales estudian la fusión de provincias y todo se mueve de cara a números que en Europa descienden, mientras aumentan en países de América Latina, África o Asia. Hay congregaciones que tienen un auténtico problema con el número de sus miembros. Ya hay quien habla no sólo de unir provincias, cosa que algunos han hecho y otros se lo plantean con calendario. También se habla de unirse congregaciones con carisma afín. Incluso ya hay varias experiencias intercongregacionales que se ponen las pilas para ofrecer un modelo distinto para tiempos nuevos. Cuando no se unen bajo el mismo techo, lo hacen bajo el mismo proyecto. Nadie niega la preocupación y a todos ocupa cómo atender obras importantes, llevar a cabo una seria pastoral vocacional y seguir respondiendo a los nuevos retos que la Iglesia y el mundo plantean hoy a la Vida Consagrada.

Por otro lado, cada vez son más las vocaciones en jóvenes para un modelo de Vida Consagrada más cercana al claustro, con rigidez en las formas y cuyo resultado es aún pronto para evaluar. El de Lerma es un ejemplo y se busca repetir esta experiencia en otros lugares, como Madrid. Curiosamente, los nuevos movimientos eclesiales derivan a estos conventos a las posibles vocaciones. Avalancha auténtica que bien puede formar parte de una “hoja de ruta” establecida.

Mientras tanto, en Roma, no hay nada más que ver el Anuario Pontificio para comprobar que los más cercanos colaboradores del Papa son religiosos. Bien es verdad que hay preocupación por quién sustituya al cardenal responsable del dicasterio, un hombre con poco feeling con los religiosos. Se oyen nombres, incluso el de algún español al que quieren deportar para hacer más respirable la situación española. Confiemos en que la reforma curial emprendida por el Papa también llegue a esta realidad rica y exuberante, aunque escasamente numérica, pero que en el siglo XXI tendrá un papel importante. El prelado que da pie a esta crónica debería aprovechar el verano para leer un poco de Historia de la Iglesia. Aprendería mucho más de lo que se imagina.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.717 de Vida Nueva.

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