Relaciones entre autoridad y obediencia

J. ÁLVAREZ MAESTRO, OAR | A primera vista, todo parece indicar que la autoridad corresponde al superior y la obediencia al súbdito en la Vida Consagrada. Sin embargo, ambos obedecen a Dios desde idéntico compromiso; ambos pretenden responder fielmente a la voluntad divina cumpliendo papeles diferentes, buscando idéntico objetivo: el mejor servicio a la Iglesia.

Jesús nos tenía dicho: “El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, será esclavo vuestro, de la misma manera que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos”. Sin embargo, los conflictos históricos más permanentes en la Iglesia pertenecen a las relaciones entre la autoridad y la obediencia, entre obispo, sacerdotes y fieles, superiores y súbditos.

El Vaticano II quiso clarificar esta cuestión refiriéndose a ella en varios de sus documentos en relación con el servicio. Esta es la palabra clave para conciliar autoridad y obediencia en la Iglesia. Pretende dar a la Iglesia un nuevo rostro, según expresión de Juan XXIII. Desde entonces, los teólogos han escrito abundantemente, quedando aún grandes sectores que se rigen por conceptos antiguos y medievales.

El servicio espiritual en la Iglesia requiere una mayor delicadeza y cariño cuando el superior y los súbditos están ligados con votos sagrados. El mismo voto obliga a los dos a procurar el mejor servicio a los demás. San Agustín fue el primero en aconsejar al superior que actúe como un padre con los monjes. El servicio pertenece a la entraña misma del buen padre, que nunca quiere nada malo o defectuoso para su hijo.

De cierto abad decía no hace mucho un monje, en TVE: “Antes, el abad te mandaba un monje para decirte: ‘Pase a mi despacho’… Y te ponías a pensar… Ahora el abad viene a tu habitación, se interesa por todas tus cosas, te pregunta tu parecer por los problemas del monasterio y hasta por tu familia. Luego te dice: ‘Piénsalo despacio y un día vienes a mi despacho y me dices lo que creas conveniente’”.

No siempre es así. San Gregorio Magno escribió: “Con crueldad y con violencia dominan, en efecto, aquellos que, en lugar de corregir a sus súbditos razonando responsablemente con ellos, se apresuran a doblegarlos rudamente con su autoridad”. La confusión entre potestas y auctoritas, del verbo latino augeo, augere, que significa aupar, es encontrarnos con el diálogo del arcángel Gabriel y María. En nombre de Dios se le dice que ha sido escogida… Ella objeta: “¿Cómo será esto?”. El arcángel, en nombre de Dios, se lo explica. Comprendido todo, exclama María: “He aquí la esclava del Señor”.

Resulta maravilloso ver a Dios respetando la libertad y la responsabilidad de una persona. Cuando el superior se empeña en imponer su voluntad contra la libre voluntad del otro, el conflicto brota inmediatamente.

En el nº 2.773 de Vida Nueva.

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