Regenerar la democracia

JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ, diputado del PP por Barcelona y vicepresidente tercero del Congreso de los Diputados | Creo que hay una causa que está en la raíz de la crisis de las democracias en estos momentos, y que tiene que ver con lo que el beato Juan Pablo II señaló: “La fuerza de la democracia depende de los valores que promueve”.

Y a ello no ayuda el relativismo ético que se está imponiendo en las sociedades occidentales, de manera muy particular en Europa. La propia Doctrina Social de la Iglesia ha manifestado que, evidentemente, la democracia es el sistema político más acorde con la dignidad humana; en el ámbito laico se dice que es “el menos malo de los sistemas políticos posibles”.

Pero la democracia no es un fin en sí misma, es un instrumento para organizar nuestra convivencia y, cuando la democracia se dedica a cosas que no le son propias, es cuando se corrompe.

Y esto hemos de tenerlo muy presente cuando aludimos a la corrupción de la democracia y al desapego, en consecuencia, de los ciudadanos hacia los políticos, que son los protagonistas activos del buen funcionamiento del sistema democrático. Y es que aquí hay cuestiones “pre-políticas” o “meta-políticas” que no son susceptibles de ese tipo de  debate y que nos remontan a la ley natural.

Quisiera referirme, por último, a algunos temas propios de España. Probablemente, la regeneración de nuestra democracia significaría modificar “técnicamente” el sistema que tenemos, por una parte, fortaleciendo la representación directa por medio de referéndums y, por otra, revisando nuestro sistema, que es más bien una “partitocracia”: por ejemplo, según la Constitución, los diputados no estamos sometidos a mandato imperativo, pero lo cierto es que llegan a las Cámaras leyes que afectan directamente a la conciencia de los parlamentarios y la disciplina de partido no les reconoce la objeción de conciencia que, por tener que ver con la libertad religiosa, pertenece al ámbito de los derechos fundamentales recogidos en la Constitución.

Son algunos ejemplos que ponen de manifiesto que, desde el punto de vista de los instrumentos que conforman nuestra democracia, nuestras instituciones, nuestras reglas de juego, necesitamos una regeneración que no puede esperar demasiado tiempo.

En el número 2.753 de Vida Nueva.

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