Regeneración

+ FERNANDO SEBASTIÁN | Arzobispo emérito

“Todos, cada uno a su manera y con sus métodos propios, tenemos que empeñarnos en este movimiento de regeneración. De la sociedad del bienestar hay que pasar a la sociedad del bienobrar…”.

Las voces más sanas de nuestra opinión pública piden con insistencia que el nuevo Gobierno promueva un movimiento de regeneración integral en la sociedad española. Que el Gobierno haga lo que tenga que hacer. Pero sería un error descargar toda la responsabilidad y todo el esfuerzo en las instituciones políticas.

La vida y el ser de la sociedad comienza por las personas. La sociedad está formada y articulada por las asociaciones intermedias, profesionales, culturales, religiosas. La sociedad real está también compuesta por las mil asociaciones religiosas en las que se concreta la presencia de la Iglesia católica: parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos, cofradías, colegios, etc.

Todos, cada uno a su manera y con sus métodos propios, tenemos que empeñarnos en este movimiento de regeneración. De la sociedad del bienestar hay que pasar a la sociedad del bienobrar, sociedad de la veracidad, de la responsabilidad, de la honestidad, de la justicia, de la rectitud, de la generosidad.

Queda una dimensión de la que no se habla. Los españoles tienen que recuperar el sentido religioso de la vida. No hablo de volver a la Iglesia, de la que muchos se marcharon, sino de algo anterior. Me refiero a la necesidad de recuperar el planteamiento religioso de la vida, la seriedad de sentirse cada uno responsable de su vida, ante sí mismo, ante los demás, ante la realidad entera y ante el Dios que la preside.

Sin vivir las ocupaciones diarias con la seriedad que da a la vida entera la dimensión religiosa de la vida personal, no es posible recuperar una vida moral; y sin recuperar la vida moral y el respeto a la recta conciencia, no será posible la restauración política ni la prosperidad económica. Dentro de nosotros, todo está más relacionado de lo que algunos piensan.

En el nº 2.785 de Vida Nueva.

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