Reflexionando con melancolía sobre la liturgia

sacerdotes asisten a una misa celebrada por el rito extraordinario
sacerdotes asisten a una misa celebrada por el rito extraordinario

Varios sacerdotes en una misa según el rito extraordinario

Reflexionando con melancolía sobre la liturgia [extracto]

JUAN MARÍA LABOA, sacerdote e historiador | ¿Por qué se pretende introducir la cizaña en el pueblo católico en un tema sensible y ahora bien encauzado como es la liturgia? ¿Solo por desmontar el Concilio Vaticano II o por desgastar al papa Francisco, de quien, por ser jesuita, afirman no interesarle el tema? En una Iglesia que intenta vivir el Evangelio con transparencia, aunque con importantes dificultades externas e internas, debemos preguntarnos con responsabilidad el porqué de las iniciativas que desconciertan gravemente a la comunidad.

En la fórmula de la consagración de la nueva edición del Misal en español, preparada para repartirse en las iglesias españolas, se da una nueva traducción de la fórmula de la consagración. Dice que Cristo murió “por muchos”, en lugar del “por todos”, expresión utilizada desde que la misa se celebra en lengua vernácula. Hemos celebrado la misa repitiendo el “por todos”, de acuerdo con una traducción perfectamente posible y con la convicción profunda del cristianismo de que Cristo murió por todos. ¿A quién conviene este retoque sin sentido? Sabemos que, hace unos tres años, el cardenal Antonio María Rouco Varela envió a Roma una delegación para que expresase el parecer contrario al cambio del Episcopado español, pero –empezando por el cardenal Antonio Cañizares, entonces en Roma–, no le hicieron caso.

Hemos vivido en fechas recientes la propuesta del cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de celebrar la misa mirando hacia Oriente, “donde está el trono de la cruz del Señor resucitado”, añadiendo que “no es necesario un permiso especial para celebrar mirando al Señor”. Se trata de una determinación frívola, tanto por el modo como por la intención: provoca una guerrilla interna eclesial de graves consecuencias sin ningún motivo pastoral o teológico.

Resulta aberrante afirmar con tal simplismo que a Dios se le encuentra mirando a Oriente. Dios está en el corazón de los hombres y mujeres, de los hermanos, en el altar tras la consagración y, desde luego, no especialmente en Oriente. El Vaticano frenó la iniciativa, pero sorprende una Curia –desde Doctrina de la Fe hasta Liturgia– en la que cada uno canta su solo sin tener en cuenta el respeto al Concilio y al propio Papa. Se ha atrevido a afirmar que hay que “reformar la reforma”, es decir, el Vaticano II. Ahí les duele. No, eminencia, hay que respetar al Papa la única razón de su cardenalato, y reformar lo que queda todavía por reformar de acuerdo con el Concilio Vaticano II.

Sé pocas cosas, pero conozco bien la historia de la Iglesia: en una institución centralizada como es la nuestra, en la que no se respeta al Papa ni siquiera en su entorno, surgen las sectas como hongos, con solideos o con preocupaciones aparentemente espiritualistas, parapetándose en el Santísimo expuesto y haciendo lo que quieren. Los fundamentalistas no lo son porque sean ortodoxos, sino porque siguen a su ignorancia y cerrazón más que a la Iglesia.

Me pregunto si la benevolencia y comprensión de Benedicto XVI y Francisco hacia los discípulos de Marcel Lefebvre no esté confundiendo a muchos clérigos y laicos. Por ejemplo, sacerdotes jóvenes, caducados antes de salir del seminario, pero activos en su desorientación.

Publicado en el nº 3.001 de Vida Nueva. Ver el sumario

 


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