Reconciliar el continente, un deber de la Iglesia africana

El ‘Instrumentum Laboris’ para el Sínodo de octubre insiste en la importancia de dar ejemplo

iglesia-en-african(José Carlos Rodríguez Soto) Si África interesa poco en nuestro país, peor suerte corre la Iglesia de este continente. Cuando Benedicto XVI visitó el pasado marzo Camerún y Angola, los medios de comunicación dieron la impresión de que el único propósito de su viaje fue hablar en contra del preservativo. Nadie se fijó en la parte más importante de su viaje: la entrega del documento de trabajo que guiará las discusiones de los obispos durante el próximo Sínodo africano, que tendrá lugar en Roma del 4 al 25 de octubre. Conocido como Instrumentum Laboris, es el resultado de casi tres años de trabajo en las Iglesias locales (desde que en 2006 se publicaron los Lineamenta), y sus 149 puntos -agrupados en cuatro capítulos- giran en torno al tema La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, la justicia y la paz. Incluso para quien no esté interesado en temas de Iglesia, el análisis global que hace de los problemas africanos de hoy es uno de los más certeros que se puede encontrar. “Desde que se celebró el primer Sínodo africano en 1994 -afirma al comienzo-, la sociedad africana ha pasado por cambios significativos”. Por lo que se lee a continuación, no todos buenos, y algunos nefastos.

Aunque reconoce que muchos africanos están hoy “libres del yugo de regímenes dictatoriales” y que “está surgiendo una cultura basada en principios democráticos”, el documento señala la sed de poder de muchos líderes, los intereses de “fuerzas del exterior” y el tráfico de armas como las causas que siguen alimentando infinidad de conflictos que se libran hoy en África (actualmente hay varios abiertos: en Somalia, Chad, Darfur, el golfo del Níger, República Centroafricana y el este de la República Democrática del Congo, además de fuertes tensiones en otros países). También lamenta que “la globalización está marginando a África”. Incluso en el plano religioso, la “sed de Dios”, reflejada en el fuerte crecimiento del número de fieles y de vocaciones sacerdotales, se manifiesta también, “paradójicamente, en la proliferación de las sectas”. 

Las causas son variadas: “Hay líderes políticos que no son sensibles a las necesidades de la gente y muestran una falta de sentido democrático”, dice el Instrumentum Laboris, que advierte la ten- dencia de muchos regímenes a “identificar el partido en el poder con el Estado”. En el plano económico, destaca que la falta de comercio dentro del continente y los “programas impuestos por instituciones financieras internacionales” traen consecuencias negativas, especialmente la “marginación de los productores” y los “salarios bajos”. El documento es muy crítico con “las multinacionales que invaden el continente en busca de recursos y que, en complicidad con líderes africanos, oprimen a las compañías locales, compran miles de hectáreas de terrenos y expropian a las poblaciones de sus tierras”, y analiza los efectos de la crisis económica en el continente, particularmente la creciente disminución de las ayudas al desarrollo.

Infinidad de valores que ofrecer

En el plano cultural, África tiene infinidad de valores que ofrecer al mundo: respeto por los ancianos y las madres, solidaridad, hospitalidad, ayuda mutua, etc. Pero una nueva laxidad moral y la “cultura de la exaltación de la violencia” amenazan con destruirlos. Otros aspectos culturales tradicionales, como la marginación de la mujer y la brujería, se señalan como “falsas creencias que demandan una atención especial”. 

ninos-africanos-en-escuelaAnte este panorama, se recuerda que el papel de los discípulos de Jesús es ser “sal de la tierra y luz del mundo” para transformar esta situación. La Iglesia -concluye el primer capítulo- como familia de Dios debe ejercer el “ministerio de la reconciliación”. El papel que muchas Iglesias locales han desempeñado a favor de la paz, como mediadoras, y en conferencias nacionales de transición son un buen ejemplo de cómo llevar esto a la práctica.

En el capítulo segundo  se muestra cómo ejercer esta tarea, sobre todo en “sociedades que han sido arruinadas por sus líderes políticos” o en países que tienen “zonas ricas en petróleo y minerales que se están convirtiendo en puntos de conflicto”. Lo primero es dar buen ejemplo, porque “en algunas comunidades de la Iglesia y en las actitudes de algunos pastores se observan divisiones por razones de etnia y mentalidades xenófobas”, además de “tensiones entre obispos y sus presbiterados, y una tendencia por parte de algunos obispos a tomar posición a favor de un determinado partido político”. También llama la atención sobre la marginación de la mujer dentro de la Iglesia, el pago de salarios injustos a personas empleadas por sus instituciones y la “falta de transparencia administrativa por parte de algunos pastores”.

Inculturación

Tras esta autocrítica, el documento a de trabajo arremete contra una serie de males como la corrupción, el nepotismo y, particularmente, la invasión de semillas transgénicas que sufre África: “Esta campaña arruina a los pequeños agricultores, elimina los métodos tradicionales y hace que los productores dependan de las compañías que venden estas semillas”. Nunca un documento de la Iglesia había hablado de forma tan explícita sobre este tema y tomando una posición claramente contraria. 

africana-recibe-comunionLos dos últimos capítulos abren caminos para la acción de la Iglesia en África, empezando por la inculturación, un tema que ya ocupó un lugar preeminente en el Sínodo de 1994. El documento habla de una “cultura africana transfigurada”, recordando que Cristo transforma y transciende todas las culturas. Su presencia en la Eucaristía y en la Palabra de Dios da fuerza a la Iglesia para trabajar por la justicia y la reconciliación. Pero los obispos africanos se preguntan una vez más sobre el hecho de que la situación matrimonial de muchos católicos les deja fuera de participar en la Eucaristía, uno de los problemas pastorales más controvertidos allí. También se insiste en el diálogo con las religiones tradicionales, las otras confesiones cristianas y el Islam.

La Iglesia africana -se reconoce en el texto- ejerce un servicio inestimable a la sociedad, particularmente en los campos educativo y sanitario. Su acción social por medio de Cáritas y de las comunidades eclesiales de base presta una valiosa atención a los más pobres. La administración y la autosuficiencia de estas instituciones siguen siendo algunos de los desafíos más delicados a los que se enfrentan las Iglesias que las sustentan, que suelen tener una fuerte dependencia de donantes del exterior.

La conclusión del documento es clara: “La mejor respuesta de los discípulos de Cristo es el testimonio de la propia vida”. Sus últimas páginas desgranan las responsabilidades de obispos, sacerdotes, religiosos, laicos (especialmente los catequistas) y las diversas instituciones de la Iglesia en torno al mismo frente: la reconciliación, “una necesidad que es hoy más urgente que nunca en África”. 

  • El documento completo puede ser consultado (en francés y en inglés) aquí.

En el nº 2.662 de Vida Nueva.

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