¿Puede celebrarse misa con el iPad?

Antonio Spadaro, director de La Civiltà CattolicaANTONIO SPADARO | Director de La Civiltà Cattolica

“Sobre soporte digital, la página ya no es aquel icono pintado sobre pergamino, como en la época de las grandes biblias miniadas, sino una pantalla. La veneración se traslada al mensaje…”.

En 2012, los obispos de Nueva Zelanda enviaron una carta a sus curas donde decían que habían recibido peticiones sobre el uso del Misal Romano en soportes informáticos (tabletas, libros electrónicos, teléfonos móviles…) en vez de los libros litúrgicos tradicionales. Los obispos, tras sopesar el tema, consideraron que las aplicaciones para el Misal en soporte digital son “excelentes para estudiar”, pero “no pueden ser usadas en la liturgia”. Así que solo el Misal impreso de forma oficial puede ser usado durante la misa.

Los obispos dan un motivo: “Todas las fes tienen libros sagrados que están reservados para los ritos y actividades que están en el corazón de la fe. La Iglesia católica no es diferente, y el Misal Romano es uno de nuestros libros sagrados. Su forma física indica su papel especial en el culto. Está reservado al uso durante la liturgia. El iPad y otros instrumentos electrónicos tienen un uso variado, como por ejemplo jugar, navegar en Internet, ver vídeos y controlar el correo electrónico. Todo esto hace inapropiado su uso para la liturgia”.

Esta declaración ha hecho discutir mucho porque, gracias a aplicaciones como iBreviary, se va difundiendo el uso de libros litúrgicos en soporte digital. Pero, ¿cómo considerar la declaración de estos obispos? La motivación que ofrecen es muy interesante.

¿Qué han observado? Que con la expansión de la lectura digital, el texto se separa de su anclaje sólido en la realidad material de la página. ¿Cuál es entonces el desafío de las pantallas a los textos sagrados? Primero, que el texto se convierte en un “objeto” fluido, lo opuesto a las “tablas de la ley” y del dicho scripta manent. Y no solo: el texto litúrgico puede fácilmente desaparecer del soporte para dejar su lugar al vídeo, al correo, a la web…

El texto se separa de la página para “flotar” sobre la pantalla sin coincidir nunca con ella. En resumen: sobre soporte digital, la página ya no es aquel icono pintado sobre pergamino, como en la época de las grandes biblias miniadas, sino una pantalla. La veneración se traslada al mensaje: la página se hace provisional; el libro, accesorio.

De la carta de los obispos se deduce que la liturgia ve a la página sacra como un icono. La página del Evangelio sigue siendo parte integrante de la acción ritual. No es imaginable, para entendernos, llevar en procesión un iPad o incensar una pantalla.

La liturgia, pues, es baluarte de “resistencia” de la relación texto/página contra la volatilización del texto desencarnado de una página de tinta. Pensemos en el Concilio de Trento, que abrazó la tecnología de su tiempo, la imprenta, que permitió las editiones typicae, útiles a la creación de una liturgia uniforme en todas las diócesis y parroquias. ¿Cómo se confrontará la Iglesia con la tecnología del texto digital más allá del caso neozelandés?

En el nº 2.840 de Vida Nueva.

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