Providencia

(Pablo d’Ors– Sacerdote y escritor)

“Ser creyente significa descubrir que nada es casual y que nada va a perderse. Sé que ninguno de mis esfuerzos por seguir a Jesús ha caído en saco roto: que Él todo lo ha aprovechado; que en el cielo hay una especie de banco donde se amontonan los afanes de los creyentes en su intento por acercarse al Misterio”

Agradecer lo que no se comprende es casi lo más grande que puede dar la fe. La fe es una aventura; un creyente no puede vivir sin cierto talante de aventurero. Pues en mi vida de aventurero del cristianismo, he descubierto que el grado de nuestra fe es exactamente el de nuestra oración; pero también la fuerza de nuestra esperanza, como la de nuestro amor, es la fuerza de nuestra oración. En realidad, no hay mejor termómetro del valor real de la vida de un hombre que la calidad de su oración.

Ser creyente significa descubrir que nada es casual y que nada va a perderse. Sé que ninguno de mis esfuerzos por seguir a Jesús ha caído en saco roto: que Él todo lo ha aprovechado; que en el cielo hay una especie de banco donde se amontonan los afanes de los creyentes en su intento por acercarse al Misterio, y que Dios, como un banquero solícito, no nos los devuelve como nosotros se los pedimos, sino multiplicados y cuando lo estima más oportuno. Me consuela mucho pensar que ninguno de mis esfuerzos se ha perdido; y todavía más me consuela esta fe que tengo en que Dios, como todo enamorado, colecciona y acaricia todos nuestros gestos de amor. Nunca se piensa lo suficiente en lo extraordinario que es ser amados por Dios. A veces he pensado que nunca ha habido en el mundo alguien tan acompañado como yo; si la gente supiera lo acompañado que me siento, me envidiarían como envidia a quienes se aman alguien que ha perdido un amor.

En el nº 2.711 de Vida Nueva.

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