Problema ético

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Cada persona tiene una conciencia, una voz interior que habla desde unos principios de derecho natural, de leyes positivas, de convicciones morales y religiosas…”

Nos recuerda lo de aquellas pruebas que realizábamos en las clases prácticas de la llamada psicología experimental: para demostrar la relación entre los distintos sentidos, se ponía una pinza en la nariz y, con los ojos tapados, se hacía masticar un trozo de manzana y otro de patata. El resultado era que, sin la ayuda del olfato, no se podía distinguir la fruta del tubérculo.

Uno de los problemas fundamentales de nuestros días es el de la falta de ética en el comportamiento. Se ha olvidado aquel principio que mandaba hacer lo que uno debe hacer y no hacer lo que uno no debe hacer. El relativismo se ha adueñado de tal manera de la conducta, individual y social, que el deber y el no deber han caído por los suelos y se hace lo que convenga según la circunstancia o el dinero lo mande.

Recordarán la parábola evangélica de la mujer que se está preparando para hacer el pan. Busca lo mejor entre los trigos, las salinas y el agua. En lugar de buena levadura, pongamos veneno. Los efectos ya se los pueden figurar ustedes. El relativismo es un pan envenenado, mata la vida moral y deja sin principios y sin conciencia a la hora de un juicio práctico acerca de lo que procede hacer y de aquello que hay que evitar a toda costa.

Tampoco vale, para no correr riesgos, dejar la masa con todos sus avíos, pero sin poner fermento alguno. Como resultado, lo insípido y lo que ni fu ni fa. Y da lo mismo ser un bribón que un santo. Un hombre recto que un descabezado.

Cada persona tiene una conciencia, una voz interior que habla desde unos principios de derecho natural, de leyes positivas, de convicciones morales y religiosas. Es excelente e imprescindible compañera y sabia consejera a la hora de tener que hacer un juicio moral sobre la conducta.

Pero viene a ocurrir que, de tanto hablar y no ser escuchada, como que se atrofia. Habla, que este es su trabajo, de una manera queda, lejana, imperceptible. Lo cual deja muy tranquilo y como anestesiado a quien no le interesa en absoluto escuchar esas voces que, en el mejor de los casos, le recuerdan las gargantas de las sirenas.

Para agravar el asunto, muchos personajes, sin conciencia ética, se pasean casi como héroes, hasta que la justicia les toma de su cuenta. En otros casos, para apaciguar remordimientos, se acude a la cantidad y número de compañeros de camino. Somos tantos que pelillos al río, revuelto, naturalmente.

No es que se haya de comparar esta época con otro tiempo pasado. La conciencia siempre tiene una voz de actualidad. El papa Francisco, en el encuentro con los inmigrantes en Lampedusa, no dudó en juzgar de vergonzosa la situación y denunciar esa injusticia de tal manera que se remuevan las conciencias y cambiar algunas actitudes para que lo sucedido no se repita.

En el nº 2.886 de Vida Nueva.

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