Presos quemados en Chile

(Ángel García Rodríguez, o.ss.t, Málaga) Chile, uno de los países de mayor desarrollo económico en América Latina, una vez más ha salido a la opinión pública por la noticia de los 81 presos calcinados y fallecidos en el incendio de la cárcel de San Miguel de Santiago (VN, nº 2.733). El país que gastó hace dos meses 15 millones de euros en el exitoso rescate de los 33 mineros, no ha solucionado el grave problema de hacinamiento de los presos en las cárceles, cuya drástica consecuencia ha sido este dramático incendio. Yo he visto la realidad de varias cárceles de Chile. Entrar en esos lugares inhóspitos es acercarse a un infierno.

Recuerdo cómo en una pequeña y estrecha celda para dos personas de la cárcel de Santiago dormían hacinados más de trece presos. En otra cárcel al sur del país, semejante a un barracón de madera, vivían también hacinados los presos  en situación infrahumana; en medio de un fuerte olor a orín y suciedad, uno de ellos me decía: “Aquí, en esta estrecha celda, nos encierran acompañados tan sólo de una botella de agua y un orinal a catorce personas desde las cuatro de la tarde hasta las nueve de la mañana”.

La Iglesia chilena no ha sido indiferente ante este incendio y muerte de presos. El mismo cardenal Errázuriz se hizo presente en la prisión y denunció el olvido de los presos: “Fue un golpe totalmente inesperado. Sabíamos que a veces se producen situaciones muy difíciles en las cárceles, pero llegar a 81 los muertos y otros asfixiados es algo terrible, que nos lleva a solidarizar con sus familiares y sus sufrimientos enormes”.

Refiriéndose a la situación de los encarcelados, dijo que “la sociedad durante mucho tiempo se olvidó de este problema y recién este año, con ocasión del Bicentenario, se puso en primer plano”. Indicó que los mismos reos le manifestaron “que este penal ya debiera haber sido evacuado”.

Distintos medios chilenos y latinoamericanos coinciden en señalar: “En las cárceles chilenas todos los días hay muertos. Triste esperar que pasen estas cosas para darnos cuenta”. Estos presos hacinados claman nuestra oración y solidaridad en la defensa de sus derechos humanos.

En el nº 2.734 de Vida Nueva.

Pueden enviar sus cartas con sugerencias o comentarios a: director.vidanueva@ppc-editorial.com

Compartir