Por un Pacto Escolar

(Jesús Domingo Martínez– Girona) Parece que definitivamente –al menos así lo ha anunciado el ministro de Educación, Ángel Gabilondo– existe la posibilidad de alcanzar un Pacto Escolar. Como profesor implicado, la considero una buena noticia. Y me parece interesante recordar que los obispos acordaron, a inicios del curso, proponer la necesidad de un Pacto Escolar, un acuerdo urgente que contribuya a atisbar una salida a la emergencia educativa y que ayude a asentar las bases para el futuro de la educación, pues en ella está el futuro de todos los ciudadanos.

Los obispos señalaban en su comunicado que la Iglesia desea que se alcance un gran pacto social sobre la educación en el que, junto con las autoridades del Estado, se encuentren presentes todos los sectores sociales implicados: profesores, padres de alumnos, titulares de instituciones educativas y la misma Iglesia, idea a la que me adhiero. Lo reclama la educación de la juventud, tan esencial para el bien de las personas y para el bien común.

Cuando se habla del Pacto Escolar, se habla de lo común de la educación, que no excluye a la asignatura pendiente de la Religión en la escuela. No se trata de un acuerdo coyuntural a cualquier precio que permita la continuidad de los gestores del ministerio de turno, sino de un pacto que construya el sólido edificio de lo que a todos nos afecta, la consolidación de los principios que definen la naturaleza del hombre y conforman su dignidad.

En el nº 2.694 de Vida Nueva.

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