¿Por qué os extrañáis?

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“No se preocupen ustedes, que el Espíritu del Señor dará a la Iglesia aquel que la Iglesia necesita en estos momentos…”.

De sorpresa en sorpresa. Primero fue la misma elección. Después, cada día un gesto inesperado y, por demás, grato. ¿Por qué tanto asombro? La extrañeza tendría que venir de todo lo contrario de lo que estamos viendo y oyendo, pues Jesucristo cuida de su Iglesia y le da en cada momento aquello que el Pueblo de Dios necesita. Y en estos momentos, el Señor pensaba que el papa Francisco era el indicado para servir a esta familia universal que es la Iglesia católica.

Estos admirables y ejemplares gestos no son simplemente los de una personalidad atractiva y nueva, con formas que se salían de los protocolos al uso. Son los gestos de un Papa y están colmados de una significación especial. No sé si sería arriesgado decir que son como “sacramentales”, que ayudan a comprender el mensaje que Jesucristo quiere dar a la Iglesia y al mundo en estos momentos.

En la memoria de los últimos papas encontramos también muchos gestos y acciones peculiares, no de cada uno de ellos, sino de lo que el Señor quería decir por medio de cada uno. No se trataba de una continuidad o de un sobresalto protocolario. Era la respuesta fiel a lo que la Iglesia necesitaba y Dios quería.

Podemos pensar en el asombro que causaba la convocatoria, por parte de Juan XXIII, del Concilio Vaticano II. Pablo VI suscitó la admiración con algunos de sus documentos sobre el diálogo en la Iglesia y la evangelización del mundo contemporáneo. Fue corto el tiempo de su pontificado, pero Juan Pablo I dejó la impronta de su sonrisa en el encuentro con las gentes. En Juan Pablo II se desbordaron todas las previsiones, anunció el Evangelio en el mundo entero y entre todas las gentes, con la fuerza de su magisterio y la debilidad de la cruz en sus últimos años.

De Benedicto XVI se admiraba su teología y el mensaje profundo y magisterial, pero en su pontificado hay unos gestos de enorme trascendencia en las relaciones de la Iglesia y el mundo. Los viajes al Reino Unido, Turquía, Israel, Palestina y Líbano son hitos en la historia del diálogo ecuménico e interreligioso.

No podemos olvidar que la historia de la Iglesia es la historia de la salvación de este Pueblo de Dios convocado por Jesucristo y sostenido con la fuerza del Espíritu Santo. La casualidad y el estupor no están entre los criterios de discernimiento, ni en las motivaciones de los orígenes, ni en las perspectivas de futuro. Dios es eterno, inmutable y providente. Y así actúa en todas sus acciones. Junto a esa eternidad de Dios, está la temporalidad de las gentes.

Pero el Señor se hace siempre presente para que el pueblo no pierda el camino. Por eso envía, en cada momento, los pastores que la Iglesia necesita para cumplir con su misión evangelizadora.

En el nº 2.842 de Vida Nueva.

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