Pobreza y deuda externa

(Domingo Martínez Madrid– Baños de Valdearados, Burgos) El Papa, en el documento enviado a los mandatarios que forman el G-8 con motivo de su última reunión en Roma, recordaba que de hecho Juan Pablo II estaba convencido de que la liberación del pesado fardo de la deuda externa de los países más pobres y la erradicación de las causas de la pobreza extrema en el mundo dependían de la plena asunción de las responsabilidades solidarias con la humanidad que tiene los gobiernos y los estados económicamente más avanzados. Prueba de ello es que, tras el gran impulso del Jubileo de 2000, con respecto a soluciones adecuadas a las problemáticas de la deuda y la vulnerabilidad económica de África y otros países pobres, y gracias a los notables cambios en el escenario económico y político mundial, la mayoría de los países menos desarrollados ha podido gozar de un período de extraordinario crecimiento.

Y en este escenario hubo la posibilidad de alcanzar el objetivo fijado por la comunidad internacional de hacer desaparecer la pobreza extrema antes de 2015. Por desgracia, constata el Pontífice, la crisis financiera y económica que afecta a todo el planeta desde inicios de 2008 ha mutado el panorama, y ahora no sólo se ha apagado la esperanza de erradicar la pobreza extrema, sino que incluso existe la posibilidad de que caigan en la miseria poblaciones que hasta ahora gozaban de un mínimo bienestar material.

En el nº 2.672 de Vida Nueva.

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