Peregrinar a Roma: ser libre de nuevo

Jonathan Herrero, interno de la prisión de Valdemoro, Madrid, peregrino en el Jubileo de los presos, Vaticano 6 noviembre 2016

Uno de los internos que peregrinó al Jubileo de los presos describe su experiencia a VN

Jonathan Herrero, interno de la prisión de Valdemoro, Madrid, peregrino en el Jubileo de los presos, Vaticano 6 noviembre 2016

Jonathan (izq.), con otros compañeros de peregrinación

JONATHAN HERRERO, interno de la prisión de Valdemoro (Madrid) | Aún sigo muy impresionado por lo vivido estos días en Roma, en la peregrinación para el Jubileo de los presos. Aunque salgo de permisos breves, esta experiencia ha sido muy diferente porque no solo ha sido salir de la prisión, disfrutar de la libertad por unos días, moverme en espacios grandes y ver caras sonrientes… Es como si se hiciera realidad el sueño que tenemos los presos de que nos traten como a los demás: convivir con otras personas sin que nos señalen ni nos miren por encima del hombro.

Estamos acostumbrados a que los voluntarios sean respetuosos cuando vienen a vernos y hacen talleres, pero, como mucho, lo hacen de dos en dos. Esta vez éramos un grupo y parecía que todos éramos iguales. Creo que en nuestro hotel nadie se ha dado cuenta de dónde veníamos. Comíamos todos juntos y no se distinguían nuestras habitaciones de las de ellos. Por la calle y en las celebraciones, estábamos mezclados: reclusos, voluntarios, capellanes, funcionarios y familiares de compañeros a los que no les han dejado venir.

Y ha ocurrido algo especial que nunca pude imaginar: hemos estado todo el tiempo pendientes de una voluntaria que no puede casi andar. Cuando viene a vernos camina con muletas, pero para poder moverse estos días le han preparado una silla de ruedas eléctrica y nosotros la hemos acompañado en todo momento, nos hemos encargado de llevarla y, cuando había escaleras, la hemos cogido a ella y a la silla. Ha sido un esfuerzo grande de peso, pero lo hemos hecho contentos. Estoy orgulloso de poder ayudar. Nunca me había sentido tan bien.

Lo he hecho sin esperar agradecimiento y porque he querido, y me he dado cuenta de que produce mucha satisfacción. Entiendo la alegría de los voluntarios. Con nosotros, siempre están con los brazos abiertos y haciéndonos pasar ratos agradables, pero no esperaba que eso mismo lo pudiera hacer yo.

Nos han pasado muchas anécdotas, pero con todas nos hemos divertido. Por ejemplo, el avión se retrasó mucho tiempo al ir y al volver, pero yo me encontraba muy bien en el aeropuerto y no me importaba. Algunos voluntarios se movían de aquí para allá para reclamar e, incluso, nos felicitaron por lo tranquilos que estábamos a pesar de tener que esperar tantas horas, pero nosotros estábamos a gusto allí, observando todo. Era la primera vez que montaba en avión y que veía todo esto y estaba alucinado. Me ha parecido todo muy bonito.

“Francisco nos dijo que siempre nos levantemos”

El domingo nos levantamos a las seis de la mañana para llegar pronto al Vaticano, a la misa de la misericordia. Allí estuvimos sentados para esperar al Padre Francisco, que es el Papa. Mientras venía, se terminó de llenar la iglesia y rezamos y cantamos. Luego vinieron todos los sacerdotes y obispos en procesión y, después, el Papa, con una cruz de madera en su mano. Yo estuve al lado del altar.

Él habló todo el rato de los presos y de la misericordia. Y dijo que entendiésemos que, cuando te caigas, tienes que volver a levantarte con fuerza; aunque sigas cayendo, levántate. Así es como yo me lo he tomado. Fue una cosa tan bonita, tan grande… que nos quedamos sin palabras. Yo no había visto nada así.

“Hay que vivir una vida sana”

Esto ha sido una experiencia en mi vida única, bonita, nueva, para empezar a ver la vida de otra manera, ¡con más claridad que antes!

Lo he hablado con mis compañeros y nos hemos puesto a pensar mucho sobre esto. Siempre hemos vivido en una mentira. ¡No es así! Porque hay que vivir la vida para disfrutar de una vida sana, bonita, con las personas que te quieren, que quieres y dejar de una vez por todas las drogas, la delincuencia, buscar un trabajo, vivir honradamente, que ya está bien esta maldita vida que siempre hemos vivido. Queremos vivir tranquilos, a gusto, coger aire puro de una vez por todas.

Queremos dar las gracias por habernos dado esta oportunidad de viajar en avión, de poder ir a Roma a visitar al Papa, que fue impresionante. Me ha gustado mucho todo y solo puedo decir: ¡GRACIAS!

Publicado en el número 3.011 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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