Pedrada contra Pagola

(Tomás Muro Ugalde– Profesor de Teología Fundamental en el Seminario Diocesano e Instituto de Ciencias Religiosas ‘Pío XII’ de San Sebastián) Cuando se tira una pedrada, lo primero que uno se pregunta es si tenía que haberse tirado. Por otra parte, no se sabe el daño que va a hacer, ni a cuántos va a hacer daño, ni cuándo va a parar de hacer daño. Con “la que está cayendo” en nuestra diócesis de San Sebastián, uno se pregunta: ¿a qué viene ahora la retirada de las librerías del libro Jesús. Aproximación histórica, de José Antonio Pagola? La misma medida tomada es ya, en sí misma, un gesto poco civilizado y nada elegante. Por que se quite un libro de las estanterías, uno no deja de pensar, ni una Iglesia local cambia de línea. Si hay algo que discutir, se discute, pero no se dan “bajonazos” no solamente en la fe, sino, incluso, culturales. Si no somos buenos, que no lo somos, al menos seamos inteligentes.

Me viene a la mente aquello del Evangelio: Yo he hablado abiertamente… pregunta a la gente de qué he hablado y en qué creo. Preguntad a nuestras parroquias, a nuestros laicos, a tantas comunidades religiosas si, más que el libro, toda la trayectoria y docencia de Pagola no han ayudado a vivir la fe en el Señor Jesús. Si he faltado, dime en qué he faltado, pero si no, ¿por qué me pegas? ¿Por qué retiráis los libros? ¡No acuséis sin probar nada!

Este libro de José Antoino Pagola es la “obra síntesis” de toda una vida de trabajo exegético, teológico, de docencia, de pastoral en nuestra diócesis y en muchos otros ámbitos y comunidades de la Iglesia. ¿Tal vez se nos quiere decir ahora que durante cuarenta y cinco años nuestra cristología ha sido herética y arriana? ¿Nuestra diócesis, nuestro seminario, nuestro Instituto de Ciencias Religiosas, tantas generaciones de presbíteros, religiosos, religiosas y laicos, creemos y profesamos un Señor Jesucristo heterodoxo por arriano? ¿Nuestros obispos anteriores entran en la misma longitud de onda a la que pretenden llegar con la pedrada?

Cualquier persona creyente y medianamente razonable (absténganse fanáticos e intransigentes) se da cuenta de que las cosas no son, no han podido ser así.

No es lo mismo fe que dogma. El dogma es la expresión, la formulación de la fe. Pero la fe no termina en la precisión milimétrica de una fórmula, sino en la realidad última. Assensus fidei non terminatur ad enuntiabile sed ad rem (santo Tomás, Quaestiones disputatae De Veritate, q. I, art. 1). La realidad última: Dios, el Señor Jesús, están siempre un paso más allá de nuestras palabras.

Ya desde Pedro y Pablo, la historia de la teología en la Iglesia está compuesta por muchas tradiciones y escuelas teológicas diversas. La unidad en la fe no reclama uniformidad. Las “unas formas”, los uni-formes (uni-formidad) pertenecen a otros ámbitos, no a una unidad y comunión plural de la Iglesia.

En tiempos del Vaticano II aprendimos y vivimos con un utillaje teológico que está desapareciendo, si no se ha expulsado.

Aquel “instrumental” de trabajo como “historia de las formas”, “géneros literarios”, “evolución del dogma”, “jerarquía de verdades y de urgencias”, “inculturación”, “colaboración libre y serena Teología–Magisterio”, etc., ¿ya no se pueden emplear?

Se podrán pisotear o arrasar las flores, pero no se podrá parar la primavera.

Solamente la Verdad nos hará libres.

En el nº 2.700 de Vida Nueva.

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