Pastoral juvenil: un gran desafío de la Iglesia española

(Vida Nueva) Ante una juventud aparentemente indiferente ante lo religioso, en la revista Vida Nueva nos preguntamos acerca de la situación actual de la pastoral juvenil en nuestro país. El escolapio Carles Such Hernández, coordinador del Fórum de Pastoral con Jóvenes y el obispo de Palencia, José Ignacio Munilla, nos ayudan a acercarnos a esta realidad.

La alegría de un testimonio coral

(Carles Such Hernández– Escolapio. Director de RPJ y coordinador del Fórum de Pastoral con Jóvenes) Preguntarse por el estado de salud de la pastoral juvenil actual en España es tener la habilidad de saber nadar entre dos aguas: la del pesimismo y lamento ante la pérdida de una juventud que es totalmente indiferente, cuando no beligerante, con el tema religioso (en nuestro país es sinónimo de católico); y la ingenua postura de recontar los efectivos que tenemos y dar cifras de grandes eventos y concentraciones religiosas. Ambas gustan de realidad, pero es la suma de las dos la que nos habla de veracidad.

Mi aportación a la reflexión de la pastoral juvenil en estos últimos años en RPJ (Revista de Pastoral Juvenil) ha pretendido desempolvar situaciones estancadas, afirmaciones estériles y abrir puertas a la esperanza. Sin verdad, y ésta nos la da la suma de muchos análisis, realidades y perspectivas, no podemos avanzar en la pastoral con los jóvenes. La vía de futuro es la suma de sensibilidades y concepciones, de iniciativas y de proyectos, de ámbitos y metodologías. Nos necesitamos todos los que estamos en relación con las generaciones jóvenes. Pretender dar con una fórmula mágica es volver a esconder el problema y salirnos por la puerta falsa.

Pienso que el gran problema de la pastoral con jóvenes no es el número, sino la posibilidad. Es mucho más preocupante que un adolescente o joven no tenga capacidad de abrirse a la posibilidad de Dios, que el hecho de ser pocos. La pregunta de fondo que se hacen es: ¿Para qué me sirve Dios? Y seguramente no tenemos ni las expresiones, ni el vocabulario, ni una experiencia cercana para poder responder o al menos compartir su cuestionamiento. Nuestras respuestas causan el mismo efecto que la de una parrafada en rumano –para el que no lo habla– (no se entiende nada salvo alguna palabra que ‘coincide’ con el castellano). ¿Dónde ha quedado aquella afirmación conciliar tan contundente: “Esta adaptación de la predicación de la palabra revelada debe mantenerse como ley de toda evangelización (GS 44)”?

A veces parece que la pretensión es formar a las nuevas generaciones para que puedan entender nuestra predicación, nuestra liturgia, nuestra doctrina… ¿No era al revés? De la misma manera que hemos dado la vuelta al evangelio de aquel buen pastor (Mt 18) que deja a 99 ovejas para encontrarse con la perdida, y andamos cuidando con esmero la que tenemos ‘en casa’ dejando sueltas a las 99 (que, por cierto, dicen pasárselo en grande). Por eso, hoy más que nunca se necesitan pastores (que estén, que conozcan, que sufran, que coman, que compartan el frío y calor, que se alegren… con las ovejas) junto con sus perros, que todo es necesario.

Para poder revitalizar la pastoral con jóvenes nos necesitamos todos: pastores y perros; laicos, sacerdotes, consagrados; los procesos más comprometidos y los más intimistas; las propuestas evangelizadoras evidentes y confesantes y las de umbral y frontera… No podemos permitirnos el lujo de hacer bandos y corrillos mientras un reguero innumerable de jóvenes pasa a nuestro lado indiferentes a nuestras cuitas; no podemos permitirnos hacer pastorales delicatessen mientras nuestras comunidades se mueren de hambre. Es tiempo de sumar, de poner en común, de reconocer cuanto de bueno hay en cada lugar para poder llegar a más. Cierto que no es un producto más de consumo, pero el recinto donde nos movemos es compartido con otros muchos más productos. ¿Por qué empeñarnos en dar siempre el mismo envoltorio, el mismo sabor, el mismo olor? Necesitamos una pastoral que provoque a los sentidos.

Para todo esto, está naciendo el Fórum de Pastoral con Jóvenes, que más que un encuentro de agentes de pastoral juvenil en noviembre de 2008, es el impulso de una nueva manera de entender y vivir la evangelización con los jóvenes. Es impresionante la riqueza que podemos mostrar, la alegría que se esconde tras nuestros lamentos, pero estamos necesitados de una experiencia real de eclesialidad, de comunión. El futuro hoy es el testimonio coral de los que vivimos el evangelio de Jesucristo; de los que se llaman progresistas y a los que tachan de conservadores. De la jerarquía eclesial y de los catequistas más comprometidos en un barrio deprimido. De los que recitan el catecismo de memoria y de los que hacen rap con las parábolas de Jesús. De los nuevos movimientos y de ‘los de siempre’. De la familia, de la parroquia, de la escuela, del centro recreativo o de los grupos de tiempo libre. El futuro es sumar y testimoniar juntos ante la juventud de hoy nuestra alegría de ser cristianos. E invitar a que se unan a la fiesta. ¿A que suena bien?

“En tu nombre, echaremos las redes”

(José Ignacio Munilla Aguirre– Obispo de Palencia) En la última Plenaria de la Conferencia Episcopal, el obispo de Tarrasa, Mons. José Ángel Saiz Meneses, fue elegido como presidente de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades. Por este motivo, los responsables de la CEAS (Comisión Episcopal de Apostolado Seglar), nos pidieron a Mons. Francisco Cerro, obispo de Coria-Cáceres, y a un servidor, que asumiésemos la responsabilidad del Departamento de Pastoral Juvenil, anteriormente atendida por D. José Angel.

Con sentido de la responsabilidad, al mismo tiempo que con una esperanza confiada, emprendemos esta tarea de animación de la Pastoral Juvenil en la Conferencia Episcopal Española. No descubrimos el Mediterráneo si decimos que a los obispos nos preocupa mucho la transmisión de la fe a las generaciones jóvenes. Es probablemente el mayor de los retos de la Iglesia en España. En pocos momentos de nuestra historia como en el presente, se ha producido un proceso tan acelerado de secularización. Las cifras que nos han ofrecido algunas encuestas podrían habernos alterado el sueño… de nos ser por la firme confianza que tenemos en que es Él quien dirige su Iglesia. Una vez más, más allá de los cálculos humanos, ¡en su nombre echaremos las redes!

El día 19 de abril celebramos el tercer aniversario del comienzo del pontificado de Benedicto XVI. En la Santa Misa de inicio de su ministerio, dirigió a los jóvenes un mensaje clarividente y emblemático: “Hoy, yo quisiera, con gran fuerza y gran convicción, a partir de la experiencia de una larga vida personal, decir a todos vosotros, queridos jóvenes: ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida. Amén”.

En efecto, el gran problema de partida está en una gran desconfianza hacia Dios, hacia la Iglesia y hacia la misma sociedad, que nuestra cultura ha sembrado en las generaciones jóvenes. No se trata de una desconfianza ideológica, más propia de las “filosofías de la sospecha” de otros tiempos, sino de una desconfianza vital. Tenemos el gran reto de “mostrar” –más que de “demostrar”– la bondad de Dios, la maternidad de la Iglesia y nuestra apuesta por la dignidad de la persona humana y su vocación social. Ciertamente, la clave está en la confianza, en llegar a compartir nuestra experiencia de que, ¡Él no quita nada y lo da todo!

Sin duda alguna, en los próximos años, la Pastoral Juvenil en España va a estar marcada por la celebración de las JMJ en el verano de 2010 en Madrid. Se trata de un evento de tal magnitud, que necesariamente nos ha de poner en marcha. La clave está en que no seamos meros gestores de este gran evento, sino que nos adentremos en el corazón de este magnífico instrumento pastoral, de forma que aprovechemos esta gran ocasión de renovación de nuestro trabajo pastoral con las generaciones jóvenes. Partimos de una amplia reflexión conjunta, como es el Proyecto Marco aprobado en 1992 y renovado el año pasado. Precisamente, uno de los grandes aportes de esa reciente actualización, se ha producido “a la luz de la visita a España de Juan Pablo II en mayo de 2003 y de la experiencia de las JMJ (…) Una observación atenta y objetiva de la presencia de estos eventos pone de relieve algunos elementos que resultan imprescindibles en toda pastoral juvenil” (Prólogo del Proyecto Marco).

Me permito concluir con una cita del libro Una vida con Karol, escrito por quien fuera el secretario de Juan Pablo II, Mons. Estanislao Dziwisz. En sus páginas nos abre su intimidad, y entre otras muchas cosas, nos descubre que la decisión de iniciar las Jornadas Mundiales de la Juventud se fraguó en el mismo escenario del Mayo del 68:

“Llegó el viaje del Pontífice a París, a finales de mayo de 1980. Llegó aquel encuentro con millares de jóvenes en el Parque de los Príncipes. Tres horas de coloquio, de preguntas auténticas, incisivas, y de respuestas directas, sinceras…

Ese día, el Papa descubrió que los jóvenes estaban dispuestos a compartir con él el camino hacia Cristo. Encontró la confirmación de su proyecto de reforzar y relanzar la fe, la posibilidad de llevar a cabo un trabajo pastoral también entre los jóvenes (…) De allí, del encuentro en el Parque de los Príncipes de París, surgieron las Jornadas Mundiales de la Juventud”.

Teniendo como modelo el Corazón de Cristo, que con tanta pasión ama a los jóvenes, quiero encomendar al Siervo de Dios, Juan Pablo II, el fruto de este acompañamiento que iniciamos con la Pastoral Juvenil.

 

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