Pastoral de la cotidianidad

Sebastià Taltavull, obispo auxiliar de BarcelonaSEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona

“El quehacer diario puede llenarse de trascendencia y convertirse en el lugar de la más sublime intervención de Dios…”.

La vida se teje con pequeños detalles, con la atención puesta en lo cotidiano, allí donde la presencia de Dios se nos muestra sin dificultad porque se vive de lo gratuito y la entrega por amor se hace llamada apremiante. Vivimos en la Galilea plural y sedienta de sentido, lugar escogido por el Señor resucitado para encontrarse con cada uno de nosotros y hacer de lo más cotidiano algo siempre nuevo, extraordinario.

El quehacer diario puede llenarse de trascendencia y convertirse en el lugar de la más sublime intervención de Dios, de su revelación y de su actuación salvadora.

Creerlo así, porque experimentamos el amor de Dios en las cosas sencillas que cada día vivimos, nos hace renacer a la esperanza y nos mantiene constantes en la escucha de la Palabra, en la oración, en comunión, en la solidaridad fraterna.

El encuentro con el Resucitado suscita la novedad e incluso la sorpresa, cuando se nos hace palpable en gestos y palabras que contienen unción, bondad, ternura, misericordia, paz, justicia y perdón y nos colocan en los múltiples escenarios del testimonio evangélico.

Sabemos, sin embargo, que toda encarnación implica riesgos y, a veces, ciertos desajustes. La nueva evangelización, como toda evangelización, exige meterse de lleno en todos los ámbitos de la sociedad para estar al lado de la gente, más aún, sintiéndose gente y “oliendo a oveja”, como nos ha dicho recientemente el papa Francisco.

Es cierto que “solo aquello que se asume, se redime”, pues sabemos de sobra que el anuncio del Evangelio no funciona solo con mando a distancia, sino con el compromiso diario de una cercanía que transforma.

Además, se nos pide que lo hagamos no como quien desempeña una función, sino con “unción”, es decir, con el convencimiento de fe de haber sido amados, escogidos, enviados, acompañados y asistidos por el Señor que vive en nosotros.

En el nº 2.842 de Vida Nueva.

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