Pastoral activa contra el maltrato al inmigrante

El obispado de Málaga denuncia los Centros de Internamiento de Extranjeros

(Miguel Ángel Malavia) En tiempos como los actuales, en los que los inmigrantes son vistos como objetos antes que como personas, hay colectivos que, en las tierras que los reciben, sólo buscan denunciar las injusticias a las que frecuentemente son sometidos. Uno de ellos es la Plataforma de Solidaridad con los Inmigrantes, en Málaga. Ésta surgió en 1991, como respuesta a la creación, un año antes, del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), conocido en la capital malacitana como el de Capuchinos (pues el edificio, en su origen, era un convento de esa orden). Desde el primer momento, la asociación aunó a una gran diversidad de grupos y sociedades dedicados al campo de la inmigración: desde agrupaciones como Asociación Málaga Acoge, ASPA, Asociación de Pro-Derechos Humanos o Mujeres Progresistas, hasta sindicatos como UGT, CC.OO. o CEAR. Y allí, como un grupo más, está el Obispado de Málaga, a través de su Secretariado de Migraciones. 

Lourdes Antiñolo, su hasta ahora directora (será sustituida por Carlos Albarracín), siempre estuvo muy involucrada en la Plataforma, promoviendo todo tipo de iniciativas. “Desde el Obispado nos han apoyado en todo momento, pues saben que se trata de aplicar la Doctrina Social de la Iglesia”, explica Lourdes. La asociación, ante todo, pide el cierre de todos los CIE (en los que se retiene a inmigrantes ilegales en el tiempo previo a su expulsión), tachándolos de “injustos en sí mismos”. Esto afirma Luis Pernía, presidente de la Plataforma y que se reconoce católico. En su opinión, “los CIE surgieron en 1990 siguiendo las intransigentes directrices europeas y aplicadas, sin debate previo, por los respectivos ministerios de Interior”. “Lo peor -continúa-, es que implican una ausencia de libertad sin ni siquiera tener un fundamento democrático ni jurídico, pues hasta el año 2000 no hubo una ley orgánica que regulara su funcionamiento”. “Los tratan como delincuentes cuando son personas que no han cometido un delito, sino que, simplemente, no cuentan con papeles”, concluye Lourdes Antiñolo. La delegada de Migraciones reivindica el carácter activo de la plataforma, “pues defendemos los derechos de quienes no tienen voz”. Centrándose en el CIE de Capuchinos, destaca sus penosas condiciones materiales, siendo un “viejo y destartalado edificio, que ha sido cuartel y antes convento”. A ello se suma algo mucho más grave: el ocultismo. “En 18 años, nunca nos han dejado acceder al centro como colectivo, algo que sí se puede hacer libremente en una cárcel. ¿Por qué?”, se cuestiona Luis Pernía. Para a continuación enumerar algunas de las “negligencias” que ellos han denunciado en todo este tiempo: “Abusos sexuales por parte de policías a las reclusas, separación de familias, falta de información de su situación legal, superación del límite de 40 días impuesto por la ley, malos tratos…”. La situación es tan desesperada que ya se han producidos intentos de fuga y suicidios, además de incendios provocados. 

En este trágico contexto, su única esperanza es que la sociedad llegue a saber qué son los centros de internamiento. Y en ese afán se emplea el colectivo malagueño, que pretende ser su voz. Manifestaciones, denuncias, ruedas de prensa… cualquier vía es válida para denunciar la ausencia de libertad de unas personas “que sólo vinieron aquí persiguiendo un sueño”, lamenta Luis Pernía. Su última acción ha sido publicar el libro Cárceles encubiertas. Elaborado a través de las denuncias de los familiares de los retenidos, supone un detallado informe que pone los pelos de punta por no tratarse de una película de ciencia ficción. Desde la Plataforma lo tienen claro: Ocurre. Aquí. Ahora.

En el nº 2.639 de Vida Nueva.

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