Pasos

Ángel-moreno(Ángel Moreno, de Buenafuente)

“Al ir al compás del pequeño Juan y conversando con él, cuando la gente creía que hacía un esfuerzo por acomodar mis pasos a los del niño, la verdad era que, gracias a acomodarme a su capacidad, pude subir sin notar ningún cansancio, y donde parecía que había generosidad, la verdad es que sentía beneficio”

Era Sábado Santo en Buenafuente, la nieve cubría los caminos. El campo fascinaba por su belleza, al poder contemplar las sabinas, enebros, cipreses que escoltaban el sendero, vestidos como nunca de nieve de primavera. La ocasión podía verse como adversa para bajar a la ermita de la Virgen de los Santos a rezar por las familias, o como un auténtico privilegio. Sin embargo, la atracción era irresistible, por lo que se advirtió de manera reiterada que la romería sería totalmente libre y voluntaria, desaconsejando hacerla a quienes tuvieran alguna dificultad. No obstante, se apuntaron bastantes, especialmente los matrimonios jóvenes con sus hijos.

Durante el trayecto, tuve ocasión de llevar de la mano al pequeño Juan, con quien hice el largo camino de bajada y de subida. Y en esta ocasión comprendí algo nuevo. Al ir al paso del niño, debí tomar su propio ritmo. En otros ascensos la fatiga se dejaba sentir y el silencio se imponía como necesidad. Pero, al ir al compás del pequeño Juan y conversando con él, cuando la gente creía que hacía un esfuerzo por acomodar mis pasos a los del niño, la verdad era que, gracias a acomodarme a su capacidad, pude subir sin notar ningún cansancio, y donde parecía que había generosidad, la verdad es que sentía beneficio. Esta experiencia me trajo a la memoria las palabras del Evangelio acerca de lo provechoso que es hacerse como niños.

amoreno@vidanueva.es

En el nº 2.686 de Vida Nueva.

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