Obispos vascos y catalanes, en la diana

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Ponen el grito en el cielo cuando los obispos callan y los acusan de complicidad silenciosa con las estructuras injustas (casposo lenguaje de un mundo ya diluido). Siguen instalados en el enojo permanente del anticlericalismo que toma el rábano por las hojas y se solaza en el ditirambo cutre. Mejor es dejarlos en su ignorancia ilustrada por tópicos y bilis acumulada. Pero lo triste es que los hay también molestos cuando los obispos hablan en esa cuadrilla ultracatólica, que hace cola en los registros de propiedad y en el catastro para inscribir a la Iglesia a su nombre, como propietarios únicos de la barca de Pedro, lanzando por la borda a quienes no comulguen con sus sueños. Son “luz de Trento y martillo de herejes”, muy activos en los espacios digitales.

Unos y otros son el más claro exponente de esta España que embiste antes de pensar. Se ha visto con motivo de la publicación de dos cartas pastorales. Una, la que han difundido los obispos del País Vasco y de Navarra sobre la crisis económica con motivo de la Cuaresma. Otra, la redactada por los obispos con sedes en Cataluña, con motivo del 25º aniversario del documento Raíces cristianas de Cataluña.

Lo que han hecho estos prelados es misión propia de la que ni deben ni pueden dimitir. Tienen el derecho y la obligación de hablar. Y lo han hecho con claridad, valentía, con sentido eclesial, en un tono cargado de esperanza y con un estilo humilde y sencillo. Criticarlos sin leerlos es propio de quienes, dejándose arrastrar por el imaginario colectivo, quieren cazar moscas a cañonazos y condenar todo apellido que lleve las siglas de “vasco” y “catalán”. Un imaginario colectivo tan injusto que araña su esplendor a la verdad. Que se haga en la Iglesia, resulta aún más grave. La catolicidad se realiza en lo local y la encarnación cultural es rica tradición en la Iglesia.

Invito a leer los textos sin prejuicios, sin anatemas previos y sin ese deporte tan carpetovetónico de acusar a quien trabaja, justificando así la vagancia. Los prelados vasconavarros titulan a su pastoral Una economía al servicio de las personas. Ante la crisis, conversión y solidaridad. La que hacen los obispos catalanes lleva por título Al servicio de nuestro pueblo. 25 años del documento Raíces cristianas de Cataluña. Sendos escritos rezuman realismo, compromiso y esperanza. No se encontrará un lenguaje apocalíptico, agorero de calamidades.

Y no es poco. En los textos no hay condenas, sino propuestas. No hay cosmética, sino realismo, cada cual en el ámbito que abordan. No hay miedo a lo políticamente correcto, sino valentía en los planteamientos, algunos de ellos novedosos, puertas para una tercera vía tan necesaria. Abordan unos su identidad sin menoscabo de la universalidad, pero con clara actitud de servicio al Pueblo de Dios. Los otros, acuciados por la crisis económica, abogan por una sociedad justa y una moral solidaria.

Hay en los textos mucha esperanza, campos abiertos para la siembra en la vida política, un laicismo positivo, la globalización, los flujos migratorios, la cultura, la familia, la educación, la ecología. Y una llamada a todos, especialmente a los laicos. Y siempre una mirada a los más pobres. Una primavera remozada a la luz de la Pascua  para la que nos preparamos.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.747 de Vida Nueva

Compartir