Obama será el primer presidente negro de los Estados Unidos

El demócrata arrasa entre un electorado harto de las “desastrosas” políticas de los mandatos de Bush

(José Carlos Rodríguez Soto) “Esta noche ha llegado el cambio a Estados Unidos”, dijo un exultante Barack Obama ante una multitud de 100.000 seguidores congregada en una fiesta en el Grant Park de Chicago al conocerse los primeros resultados que le aseguraban una victoria. El 44º presidente de los Estados Unidos, que tomará posesión el próximo 20 de enero, no ha conseguido sólo el triunfo, sino también crear una efervescente ilusión por el cambio nunca vista antes y que se ha plasmado en una participación récord desde 1960: más de 150 millones de votantes registrados (de los 200 con derecho al voto). Para muchos, estas elecciones sólo se pueden comparar a las de 1932, cuando el reformista Franklin D. Roosevelt tomó la presidencia en plena recesión.

Obama, hijo de un inmigrante keniano y de madre blanca de Kansas, es el primer negro que llega a la presidencia, 45 años después de la lucha por los derechos civiles liderada por Martin Luther King. A sus 47 años, también es el presidente más joven de su historia. Para el conocido columnista Adam Nagourney, su cómoda victoria se explica como “una catarsis histórica, un rechazo total del impopular Bush y sus desastrosas políticas exteriores y económicas”. A pesar de sus esfuerzos dialécticos, el candidato republicano John McCain no consiguió distanciarse de Bush durante la campaña electoral.

Esta vez las encuestas no se equivocaron y la victoria estaba clara a las pocas horas de cerrarse los colegios electorales, al romper Obama el umbral de los 270 delegados necesarios para asegurarse la victoria. En el sistema electoral norteamericano, que es en realidad una combinación de elecciones en 50 estados, quien obtiene la mayoría en uno de ellos se lleva todos los miembros de su colegio electoral, que son quienes nombran al presidente. Obama ganó en estados clave que votaron por Bush en 2004, como fue el caso en Florida, Virginia, Colorado, Ohio, Pensilvania, California y Nevada. Obama obtuvo 349 delegados frente a 162 de McCain, quien ganó sobre todo en los estados del Sur: Tennessee, Alabama, Carolina del Sur, Arkansas, Georgia, Texas y su estado de origen, Arizona, desde donde conoció y concedió su derrota.

Pero el pasado 4 de noviembre los norteamericanos no elegían sólo a su presidente, sino también a sus representantes en las cámaras legislativas. Los demócratas aumentaron también su presencia en el Congreso y en el Senado, haciéndose con escaños tradicionalmente en manos republicanas. Esto asegura a Obama una garantía para sacar adelante sus propuestas sin bloqueos incómodos.

El valor del cambio

El camino para llegar hasta aquí ha sido largo. El New York Times lo definía como “una saga política que se ha desarrollado durante los dos años del período más incierto de la historia norteamericana, en la que una gran mayoría ha expresado su preocupación de que el país iba por mal camino”.

Un mal camino que Ian Edwards, un pequeño empresario de Cincinatti, describía así a la agencia Reuters: “Mala guerra, mala economía y mala reputación en el extranjero”. Muchos como él han votado por el senador de Illinois, convencidos de que puede sacarles de este atolladero, plasmado en tres retos: la economía, la guerra de Irak y el sistema de salud.

El camino será largo y la subida será pronunciada -dijo el presidente electo la noche de su triunfo-. Puede que no lleguemos ni en un año ni en un solo mandato, pero llegaremos todos juntos como pueblo americano”. Su discurso reflejaba una de las convicciones de las que ha hecho gala durante su campaña: superar la división entre “estados rojos” (republicanos) y “estados azules” (demócratas) y recuperar la identidad de “estados unidos”. Los sondeos a pie de urna mostraban que, para 6 de cada 10 votantes, la economía era la preocupación principal. Nueve de cada 10 dijeron que la raza era un factor irrelevante a la hora de votar.

Durante la campaña electoral, Obama ha manifestado una personalidad carismática y un gran temple para hacer frente a situaciones que ponían sus nervios a prueba. Su palabra mágica fue “cambio”, argumentando que había que pasar página de las políticas de Bush. Desde el primer momento prometió una retirada de las tropas de Irak en un plazo de 16 meses. Su rival, McCain, se aferró a su experiencia y a su condición de veterano de la guerra de Vietnam como mejores credenciales e insistió en que los soldados sólo saldrían de Irak después de una ‘victoria total’. Obama propuso reducir los impuestos para las familias de clase media y usar el dinero del Estado para ofrecer un sistema de sanidad pública que cubra a quienes no disfrutan de seguros médicos y a todos los niños, propuestas que han sido mucho más atractivas que las de McCain, quien abogaba por conceder créditos individuales para que cada cual se financiara su propio sistema de cobertura sanitaria. Ambos realizaron las mismas promesas sobre el cierre de Guantánamo y el cese de las torturas en los centros de detención. Tras haber comenzado sus campañas respectivas campañas centrándose en la guerra de Irak, fue el estallido de la crisis de las instituciones financieras lo que les hizo girar hacia temas que tienen que ver más con los bolsillos de sus electores.

IMPORTANTE FACTOR RELIGIOSO

Un factor importante durante las campañas en los Estados Unidos de los últimos años ha sido la religión, un elemento que impregna toda la vida social norteamericana. Los votantes católicos son casi una cuarta parte del electorado, y durante las dos últimas elecciones, la mayoría de ellos se decantó por el Partido Republicano, incluso en las elecciones de 2004, en las que el candidato demócrata, John Kerry, era católico, pero liberal y defensor de posiciones sobre el aborto que hicieron que muchos le vieran como poco fiel a la posición oficial de la Iglesia. A diferencia de otros países, a los católicos en los Estados Unidos les interesan mucho las directrices de sus obispos sobre a quién dar su voto, y son muchos los prelados que han señalado el tema del aborto como un criterio decisivo. Otros, sin embargo, han publicado orientaciones pastorales en las que recordaban que había muchos otros temas morales en juego que un católico debería tener en cuenta también.

El 53% de los votantes católicos votó por Obama. En este aumento del apoyo católico ha influido el mensaje cuasi-religioso del senador de Illinois sobre la esperanza, una virtud indispensable en tiempos de crisis, y también el recientemente creado lobby “Católicos por Obama”, quienes se han esforzado en subrayar que su mensaje por la unidad, sus propuestas de paz en política internacional y sus políticas sociales se acercan más a los postulados de la Doctrina Social de la Iglesia. Obama ha sido consciente de que tenía que ganarse a este importante segmento religioso, lo que explicaría, en parte, la elección del católico Joseph Biden -senador por Delaware durante 35 años- como su vicespresidente. Además ha concedido entrevistas a influyentes publicaciones confesionales, como el Catholic Digest. En un documento muy difundido durante las últimas semanas, los “Católicos por Obama” han intentado matizar que las políticas del demócrata sobre el aborto se centran en “hacer más para trabajar sobre las causas que llevan a una mujer a pensar en esta decisión tan desgarradora”. Este grupo ha destacado cómo en sus años jóvenes Obama trabajó durante tres años para ocho parroquias católicas de Chicago, como líder comunitario y trabajador social en ambientes muy pobres, donde mantuvo una buena relación con su entonces arzobispo, el cardenal Joseph Bernardin.

En el nº 2.635 de Vida Nueva.

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