Nuevos pobres: La otra realidad japonesa

Reparto-comida-Japón(Alejandra Peñalver– Corresponsal de Vida Nueva en Asia) Las sombras que se ciernen sobre la todavía segunda mayor economía del mundo no hacen más que alargarse en estos inciertos tiempos de crisis mundial. Puede que para muchos la robotizada sociedad japonesa sea sinónimo de innovación, ultramodernidad y sofisticación oriental, pero la realidad cotidiana nipona se mueve también en otro espacio: el de una creciente masa de nuevos pobres que languidece a la intemperie de la calle.

alejandra-penalverSegún un sondeo hecho público por el Ministerio de Bienestar nipón en octubre, uno de cada seis japoneses vive en la pobreza, lo que supone una de las tasas “más elevadas” dentro de los países más desarrollados. Una cifra que, en términos porcentuales, alcanza el 15,7%, sólo por detrás de México (18,4%), Turquía (17,5%) y los Estados Unidos (17,1%).

En Tokio, una de las ciudades más caras del mundo, la cifra oficial de los sin techo roza las 4.200 personas. Las cifras extraoficiales hablan de casi el doble. Según datos oficiales, el número de sin techo en Japón se sitúa este año en 15.759 personas. La mayoría de ellos son hombres de entre 50 y 60 años que se han quedado sin trabajo en los últimos tiempos y, sin demasiada formación académica, ahora se ven incapaces de encontrar su lugar dentro del competitivo mercado laboral japonés.

Los viejos prefieren la calle para vivir. Por eso extienden sus cartones y cubiertas de plástico azul (triste icono de la pobreza en Japón) en el parque Shinjuku, en pleno corazón de Tokio. Es uno de los más solicitados por los sin techo. Desde hace años, cientos de japoneses han convertido este extenso parque -paradójicamente situado a los pies de los rascacielos más modernos e impresionantes de Tokio- en su lugar de residencia. A él acuden, desde hace más de diez años, grupos humanitarios para suministrar alimentos a los desamparados. Según cae la tarde, cientos de hombres hacen cola para recibir su ración de sopa miso (tradicional de Japón), algunas verduras y un trozo de pan. Para la mayoría, es su único alimento diario.

¿Qué hace la Iglesia?

En el otro extremo de la balanza están los jóvenes. Muchos de ellos, con estudios universitarios e idiomas. No obstante, el sistema japonés –con la mayor tasa de paro de los últimos 50 años– es incapaz de ofrecerles un puesto de trabajo digno. Se ven obligados a sobrevivir de la nada. En vez de la calle, los jóvenes prefieren dormir en cibercafés. Hay cerca de 600 en Tokio y más de la mitad ofrecen camastro, algo de comida, bebida y tarifa plana de Internet por apenas 10 euros la noche. Este habitáculo es para muchos su casa.

De las grandes ciudades niponas, Osaka es la que mayor tasa de pobreza registra, seguida por Tokio, Kanagawa, Fukuoka y Aichi. Y precisamente en Osaka se encuentra Kamagasaki, el mayor suburbio de Japón, donde se estima que viven cerca de 30.000 personas en un radio de apenas dos kilómetros cuadrados. La mayoría son hombres mayores. No hay sitio para las mujeres, a no ser que vayan a suministrar placer.

Movidos por preceptos budistas y confucionistas, los japoneses apenas contemplan la fe cristiana. No en vano, los católicos apenas representan el 0,5% en un país que ronda los 127 millones de personas. Ante esta realidad, ¿qué papel puede desempeñar la Iglesia católica en Japón?

“Nosotros tenemos programas específicos para ayudar a solventar esta terrible problemática”, comenta a Vida Nueva Domenico Vitali, profesor de la Universidad Católica de Sophia, en Tokio. “Por ejemplo, cada lunes habilitamos algunas zonas de las iglesias donde preparamos comida caliente para todo el que la necesite. Normalmente, organizamos entre 200 y 300 comidas. También les proporcionamos gratuitamente algunos servicios como duchas, baños, habitaciones donde pasar un rato, asistencia médica básica o incluso servicio de peluquería”, asegura este profesor y sacerdote italiano afincado en Japón desde hace más de 40 años.

Su ayuda cubre también el alquiler de pisos. A razón de 6.000 yenes el mes (unos 45 euros), los sin techo pueden establecerse tres o cuatro semanas, ya que muchas veces es obligatorio tener una dirección postal para poder cobrar las escasas ayudas del Gobierno. “Son personas que realmente aprecian la ayuda que les prestamos, pero de algún modo también dejan claro que no están en busca de ningún tipo de fe”, puntualiza Vitali, quien considera que “el incremento de la pobreza en Japón no ha desencadenado un aumento de los fieles cristianos entre los japoneses”.

En el nº 2.685 de Vida Nueva.

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