Navegar el desierto

José Luis Corzo(José Luis Corzo– Profesor del Instituto Superior de Pastoral de Madrid)

“Al empezar otro curso académico miro a los vigías de los demasiados centros teológicos existentes en España mirando al cielo por si llueve algún alumno más. ¡Uno a la vista! se suele oír… ¡allí muy lejos!”

¡Tierra a la vista! fue el grito colonizador –sin que derive de Colón– de aquel bendito grumete del descubrimiento. Un buen vigía era clave, porque de verlas venir se trataba. Como hoy. El ojo avizor me ha seducido siempre. Por ejemplo, yo lo echaba de menos, más de veinte años en Salamanca, contemplando el cinturón de incienso de la ciudad. Así llaman los salmantinos a los grandes seminarios que la circundan, cada cual más grande, y construidos hacia los 60 por casi todas las familias religiosas masculinas (salesianos, paúles, claretianos, reparadores, escolapios, agustinos, capuchinos…). Semivacíos hace ya treinta años, se fueron vendiendo y dedicando a otras cosas. La Universidad Pontificia y su Facultad de Teología los habían concitado, y en aquellos caserones nos formamos muchos religiosos y curas seculares de varias diócesis españolas. Nunca se llenaron y, de paseo al verlos, todavía me pregunto: ¿qué se creyeron sus constructores que iban a ser la sociedad y la Iglesia españolas? ¿Cómo nos confundimos todos tanto y en lo mismo? ¿Nadie las vio venir?

Al empezar otro curso académico miro a los vigías de los demasiados centros teológicos existentes en España mirando al cielo por si llueve algún alumno más. ¡Uno a la vista! se suele oír… ¡allí muy lejos! Hasta algún centro se los disputa a los demás con métodos dudosos y hasta la vetusta Ponti del episcopado español, otrora ceñida de incienso y de ladrillo, escasea.

No las vimos venir. Los que culpaban al Concilio y, reaccionarios, querían restaurarlo todo otra vez, ya han tenido tiempo más que suficiente y el desierto actual es cosa suya también. Para navegarlo, nos faltan vigías que oteen sin espejismos el futuro y, con su voz, reúnan y animen a la tripulación a cambios muy profundos.

En el nº 2.677 de Vida Nueva.

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