Monseñor Munilla

(Manu Muñoa– Bermeo, Bizkaia) Me veo en la precisión de referirme a lo manifestado por D. Fernando Sebastián en su columna publicada en el número 2.689 de esta revista sobre el nombramiento de monseñor Munilla. Ante las afirmaciones tan contundentes que se hacen en la misma, quisiera manifestar escuetamente lo siguiente:

1. “El Papa puede y debe nombrar libremente para cada diócesis y en cada momento al obispo que le parezca mejor”. Ello es de una obviedad manifiesta que nadie ha puesto en discusión. Sí, en cambio, se ha cuestionado el procedimiento previo a dichos nombramientos.

2. “A las cosas que afectan al bien de la Iglesia, como es el caso, está presente la acción del Señor Jesús y la asistencia del Espíritu Santo”. Esa clase de invocaciones, sobre todo en situaciones que suscitan oposición y desacuerdo, resultan altamente tópicas, sobre todo, cuando no se disponen de otras razones que las justifiquen.

3. “La gente necesita signos que le ayuden a creer”. Precisamente, esta clase de signos son los que hielan la verdadera fe de los creyentes de a pie.

4. “Ni las ideas, ni las sensibilidades políticas deben condicionar el anuncio del Evangelio ni el gobierno de la Iglesia”. Ello no deja de ser tampoco un dicho excesivamente sobado. ¿Nos viene a decir que tanto al nuncio de Madrid como al presidente de la Conferencia Episcopal se les puede considerar como prototipos total y absolutamente exentos de toda clase de sensibilidad política? El pueblo creyente hace tiempo que ha dejado de ser ingenuo y moldeable a afirmaciones intencionadamente manidas y triviales como ésta, y más cuando son aplicadas en un contexto tan serio y complejo y sean dichas por personas tan interesadas y parciales como es el caso.

5. “No sería justo condenar a una persona antes de que se haya podido manifestar”. Monseñor Munilla hace mucho tiempo que quedó “manifestado”, en su trayectoria y actitud en la diócesis de San Sebastián.

6. “Ninguna línea, ninguna orientación circunstancial es infalible ni puede ser definitiva y perpetua”. Así es. De hecho, ése es el principio que ha prevalecido entre los mentores del nombramiento del nuevo obispo, para propiciar maliciosamente el cuestionamiento de la pastoral diocesana en Gipuzkoa de los últimos treinta años.

Finalmente, decir que la última palabra (Barkatu) que figura al finalizar la columna, dicha así, parece contener apariencias más sarcásticas que reales de pedir perdón, por lo que, a mi juicio, tal expresión está fuera de lugar.

En el nº 2.692 de Vida Nueva.

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