Mariano Rajoy le da un revolcón al PP

(Norberto Alcover, SJ- Escritor y periodista) Parece mentira la suerte histórica de los hombres, pero todavía más la de los políticos: sometidos a lo coyuntural hasta el extremo, en tantas ocasiones acaban por protagonizar tareas del todo sustanciales y permanentes. Es lo que le acaba de suceder a Mariano Rajoy, ahora ya líder indiscutible del PP tras algo más de cuatro años de tozudeces un tanto inexplicadas como heredero del declinante aznarismo, pero además como consecuencia de un modo de hacer política tan agresivo que era irremediable el castigo del electorado el todavía caliente 9 de marzo pasado.

Y sin embargo, ahí está, tras el Congreso del PP del 20 al 22 de este junio, y en Valencia, cuando, tras desplegar una contundencia rara en él, le ha dado un revolcón al partido que le convierte de un “estandarte de la derecha pura y dura” en “altavoz de una derecha centrada”, en la línea de los partidos conservadores europeos de mayor implantación actual. El casi bonachón de Mariano Rajoy ha sufrido una transformación política hasta el punto de haber destronado a sus críticos nostálgicos casi con sangrante crueldad.

Durante ese Congreso se ha puesto de manifiesto la mismísima raíz de la cuestión planteada en el PP desde la catástrofe de hace cuatro años: una cosa son los principios (que, en general, permanecen inalterados, salvo matices) y otra, cada vez más relevante, la forma de comunicarlos a una sociedad plural, compleja y fundada en lo audiovisual hasta límites incomprendidos por los fundamentalistas de turno. Como una y otra vez ha repetido Rajoy -pero también la nueva Secretaria General, María Dolores de Cospedal, así como esa estrella ascendente que es Esteban González Pons, Vicesecretario de Comunicación y persona a tener muy presente de cara al futuro- hay que cambiar de estilo, de modos, de estrategia comunicativa, si es que se pretende concluir en una próxima victoria electoral. Y de esto se trata en el terrible juego del poder político, aunque resulte fatigoso decirlo así de claro y sin matices: sin poder, no se puede.

Tanto que María San Gil, tan admirable por sus convicciones y lucha personal en el País Vasco, seguramente quedó ofuscada por los posibles cambios comunicativos y acabó instalándose en unos principios que, en realidad, nadie combatía. Y cometió el error de ausentarse del Congreso, haciendo un inútil servicio a su propia causa. La política es muy dura y el corazón, a veces, sustituye a la razón hasta confundirla.

Llegados aquí es necesario advertir que, precisamente por la permanencia de los principios, entre ellos la defensa de la territorialidad constitucional, la lucha incondicional contra el terrorismo y la solidaridad radical entre los pueblos que conforman el Estado, las confrontaciones entre PSOE y PP se mantendrán de manera caliente, aumentadas por la progresiva crisis socioeconómica. Sería andar en mentira capciosa ocultar la proximidad de tiempos recios, pero, eso sí, desde un talante (recuperemos la palabra) mucho más educado, coloquial y sereno. Incluso puede que sea el PSOE quien pierda un tanto los papeles cuando el PP reaccione desde esa media sonrisa que exhibe González Pons.

El inefable José Blanco ya ha mostrado un síntoma inequívoco de esta posibilidad en sus primeras reacciones al Congreso del PP: un exabrupto tan cínico como inadecuado que ha merecido una respuesta conveniente de González Pons. En este sentido, no vale andarse con falsas esperanzas respecto de la confrontación sociopolítica: en profundidad, será mucho más áspera, entre otras razones por las sucesivas citas electorales que irán sobreviniendo en España. Al tanto.

Limpieza en la oposición

A la cabeza de los críticos del reciente Congreso está Esperanza Aguirre, esa mujer indomable, dura como el acero y fría cual témpano galáctico, que se siente derrotada, y realmente lo ha sido: Rajoy no le ha perdonado sus insensateces sobre él en las semanas anteriores a la cita valenciana. Y para colmo, su mejor adversario, Alberto Ruiz-Gallardón, aparece como una de las luminarias en ascenso del PP, predicador incansable del centrismo durante años, que contempla cómo sus tesis han acabado por imponerse. Es el momento de que Esperanza y sus compañeros de viaje, la zona más en la derecha del PP, jueguen limpio con el nuevo equipo y acepten democráticamente las actuales reglas del juego, decididas por un 84% de los congregados en el Congreso. Está en juego el futuro de su propio partido. Sin embargo, tenemos nuestras sospechas al respecto.

Como en tantas ocasiones hemos solicitado desde estas mismas páginas, el PP ha hecho lo que debía de hacer: fidelidad a los principios, pero cambio en la estrategia de comunicación. En una palabra, moderación. Es la oportunidad de Mariano Rajoy y de su equipo. Ellos verán, porque no tendrán una segunda. Suerte en la oposición.

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