Marcelino, pan y vino

JUAN MARÍA LABOA | Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas

“Muchos no pertenecen a una religión, pero desean un mundo nuevo y más libre, más justo y más solidario, más pacífico y más feliz. Esto implica poner en juego no solo la razón, sino también los sentimientos. Nos exige salir del ámbito de seguridad de la fe compartida para abrir nuestra conciencia a la de los demás, acercándonos con humildad y capacidad de acogida. Dispuestos a escuchar y a aprender”

Me dicen mis amigos que la película sobre los dragones les recuerda a la de Ladislao Vajda y Sánchez Silva de mi juventud, por su capacidad fabuladora y sensible. Esta nueva película se asienta en dos personajes de ficción, aunque uno existió y es muy conocido. Es ágil, casi amena, a veces, trepidante y bien realizada, pero históricamente poco fiable. Son cuestionables la presentación de la sociedad española de los primeros decenios del s. XX, del desarrollo de no pocos pasajes de la Guerra Civil y, quizá, del mismo Escrivá. Además, si no jugamos al proceso de intenciones, no sabemos qué se pretende, realmente, con ella.

Tal vez, el pecado original resida en el intento de contrarrestar las falsedades de Dan Brown, ofreciendo una imagen más amable y más real, pero dudo de que este sea el método más eficaz, en cualquier caso, el más acorde con el “no así vosotros”. No es la primera vez que unos religiosos realizan una película hagiográfica de su fundador, pero hoy somos más sensibles a los medios y a los métodos. Una campaña de marketing tan orquestada y masiva tiene poco que ver con la presencia de la semilla en la masa.

Llama la atención la insistencia publicitaria sobre el ateísmo del director, que ignoro si añade méritos al filme, pero que explica algunos detalles. Por ejemplo, cuando afirma rotundamente que todos los sacerdotes del tiempo eran meros funcionarios, a excepción de Escrivá, que seguía al Señor. Para ser ateo, distingue muy bien entre la labor funcionarial y la sacerdotal, aunque me admira su intuición laica de lo que implica seguir al Señor. Debe tratarse de un ateo ilustrado. También sorprende la escueta relación que establece entre obispos que viven en palacios y el anticlericalismo republicano. Sin duda, se informó mejor al preparar La Misión. O tuvo mejores consejeros.

Propondría contrastar estos dragones con las películas De dioses y hombres y El gran silencio. Nos daría para una larga conversación, con mucha miga.

En el nº 2.749 de Vida Nueva.

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