Lozano Garrido, “Lolo”, palabra clara

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Debía haberlo dicho al iniciar esta cita semanal de papel y tinta hace más de un año. El nombre de esta columna de opinión, que no editorial, tiene patente. “A ras de suelo” es expresión de Manuel Lozano Garrido, Lolo, escritor ciego y paralítico que, en su invalidez, se acostumbró a ver la vida a ras de suelo, desde su sillón de ruedas, cabeza gacha y sonrisa abierta; desde una dimensión distinta. Lolo era de Linares, soleada ciudad del sur, tierra de plomo y taranta con remembranzas de sangre y arena. Era linarense, como Pedro Poveda y Andrés Segovia. Hoy, como ellos, es patrimonio de todos. El sillón de ruedas que le compró Vida Nueva, por iniciativa de Antonio Montero, subirá raudo, como peana de dolor, a la gloria de Bernini. Lolo era un escritor cristiano. Guardaba en su interior un pulular de abejas que cuajaron un néctar de palabras limpias y deliciosas, muchas de ellas vertidas en esta revista. Nunca se dejó domeñar por el resentimiento, ni tiró la toalla cuando la enfermedad lo embebía. Su sonrisa fue la mejor credencial. Invito a leer sus libros. Veréis cómo el corazón se ensancha con palabras que brotaban de manantial sereno; palabras escritas con sus muñones retorcidos, lápiz atado a la muñeca y dictadas con voz quebrada. Hombre eclesial, ilusionado con el Concilio; sacramento del dolor, atalaya de periodismo al servicio de la verdad. Su estilo alimenta como hogaza caliente, ración diaria que nos devuelve las ganas de seguir escribiendo: “Cada día alumbrarás tu mensaje con dolor, porque la verdad es un ascua que se arranca del cielo y quema las entrañas para iluminar, pero tú cuida de llevarla dulcemente hasta el corazón de tus hermanos”, decía.

Publicado en el nº 2.620 de Vida Nueva (Del 5 al 11 de julio de 2008).

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