Los obispos y el 23-F

(Juan Rubio, director de Vida Nueva) El 23-F de 1981, los obispos empezaban su XXXIV Asamblea Plenaria, en la que debían elegir presidente. Tarancón se despedía saludando al nuevo nuncio Innocenti, repasando sus diez años de presidencia e invitando a la cercana visita de Juan Pablo II. Por la tarde, un grupo de guardias civiles intentaba poner de rodillas a este país. La democracia había madurado y el golpe de Estado fue todo un sainete vespertino.

Los obispos, en esa tarde, no hicieron comunicado de condena, perdiendo una oportunidad histórica. Muchos se habían marchado ya a esa hora. Tarancón insistió en ir a su casa. Su hermana había quedado sola.

Algunos de los que quedaron, intentaron redactar una nota urgente. Preguntaron al entonces vicario general castrense, Emilio Benavent, quien les dijo que “nunca se ha estado más en paz”. Al poco tiempo tuvo que dimitir, pese a no tener la edad reglamentaria.

Había obispos  jóvenes alarmados por el silencio y presionaban para que saliera un comunicado. Unos pocos, muy pocos, sonreían ante el esperpento de Tejero. Tarancón era blanco de las iras de la derecha agria.

El comunicado se hizo al día siguiente, siendo ya presidente Díaz Merchán.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.743 de Vida Nueva.

Compartir