Los nuevos frailes y monjas

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Bullen nuevos hábitos con un cromatismo atrayente en la gama de paisajes urbanitas, una clorofila estética que no es la que hace al monje. El testimonio en este reino de réprobos, es el mejor hábito. Nacen nuevas formas de vida religiosa, pegadas al celo pastoral de algún obispo, que las ayuda a crecer y las instituye en la jurisdicción diocesana. Después, ellos solos, con ardiles inasequibles al desaliento, trabajan por la jurisdicción universal. La Perfectae Charitatis dice que, al crear nuevos Institutos, “ha de ponderarse maduramente la necesidad, o por lo menos la grande utilidad, así como la posibilidad de desarrollo, a fin de que no surjan imprudentemente Institutos inútiles o no dotados del suficiente vigor”. En muchos se advierte una dudosa eclesiología conciliar, enmascarada de ortodoxia, creciendo a la sombra de sectores involucionistas cuya monserga revisionista del Concilio es bien conocida. Comenzaron los comisarios y las refundaciones en algunos de estos grupos. Hubo voces proféticas que alertaron ante este peligro, que hoy es amenaza. No todo vale ante la escasez de clero en las parroquias; ni para llenar seminarios o noviciados vacíos. Lo lamentable es que hay quienes aplauden esta comunión eclesial sui generis, poniendo en un brete el magisterio conciliar, produciendo dolores de cabeza a los obispos, haciendo sonreír a rancios anticlericales. Se convierten en carne de cañón mediática al erigirse en adalides de una Iglesia que quieren refundar y dañando a la vida religiosa misma, inmenso don en la Iglesia, necesaria de reforma, pero no por esta vía.

Publicado en el nº 2.674 de Vida Nueva (del 12 al 18 de septiembre de 2009).

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