Los niños robados

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“El libro blanco de la acción caritativa y social de la Iglesia en favor de la infancia desvalida es tan voluminoso como repleto de acciones increíblemente generosas y ejemplares…”.

De las adopciones ilegales se están ocupando los jueces, y ellos dictarán la sentencia en justicia y derecho. Sin embargo, ya se han levantado esos tribunales del prejuicio y la animadversión hacia la Iglesia y sus instituciones. Y el veredicto y la condena se dan sin indulgencia y por anticipado.

Sí, hay muchos niños y niñas “robados” gracias a una labor sacrificada, con una generosidad sin límite y una dedicación ejemplar de tantas y tantas congregaciones religiosas, especialmente femeninas, que se entregaron con alma y vida, y por amor a Dios y a su prójimo, a sacar de la miseria material y espiritual a tantos niños y niñas a los que la pobreza, la orfandad, la enfermedad, la falta de educación y de familia habían hundido en unas simas de las que solamente con el heroísmo de la caridad se podía rescatar a esas frágiles y pequeñas, pero al fin y al cabo personas, merecedoras del mayor aprecio.

El libro blanco de la acción caritativa y social de la Iglesia en favor de la infancia desvalida es tan voluminoso como repleto de acciones increíblemente generosas y ejemplares. Se podría poner aquí una orla, un cuadro con la figura de tantas y tantas mujeres heroicas que, desde su consagración religiosa, hicieron de su vida un monumento vivo a la caridad con el prójimo.

Los restos que la violencia, la pobreza, la enfermedad, el hambre o la destrucción de la familia dejaban, serían recogidos por estas mujeres admirables, que iban pidiendo limosna de casa en casa para poder alimentar a los niños y niñas que ni pan ni casa tenían. Fundarían escuelas y se hicieron maestras para que esos alumnos y alumnas tuvieran la calidad de educación que necesitaban. Abrieron talleres que enseñaran oficios para que esos niños y niñas se pudieran ganar, ya de mayores, el pan y el bienestar de cada día.

Todo esto no es simplemente memoria de lo que se hiciera, sino actualidad viva. Basta con recorrer los barrios de mayor marginación y ver allí a las religiosas, a las personas consagradas, sirviendo a los demás en lo que los demás necesitan ser servidos.

Si clamamos por la justicia, y es hacer nuestra obligación, que no se excluya a nadie de ella. Y es de justicia reconocer la labor admirable y ejemplar, bajo todos los puntos de vista, de tantas mujeres que dieron y dan su vida sin más intención que la de ser leales a los compromisos de su consagración religiosa: amar a Dios y al prójimo.

A muchos niños y niñas se les ha robado de las garras de la miseria y de la muerte. Siendo intención hacer el bien, posiblemente se cometieron errores. Justicia y reparación se ha de hacer. Pero no olvidar a esas mujeres que se hicieron ellas mismas rescate para sacar de la cautividad de la miseria a tantos niños y niñas de todas las épocas.

Decía Benedicto XVI: “Educar a un niño es tarea difícil, pero insustituible” (Ecclesia in Medio Oriente, 63).

En el nº 2.820 de Vida Nueva.

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