Los jóvenes siguen queriendo casarse

La Fundación SM elabora un informe sobre parejas y matrimonios

(M. Gómez) ¿Quién dijo que la pareja está en crisis, que los jóvenes ya no quieren casarse, que la familia ya no es un proyecto de futuro atractivo? Las cifras no pueden ser más elocuentes: la inmensa mayoría de las personas (más del 80%) terminan casándose, y la mayoría (75%) de los matrimonios jóvenes declaran estar tan enamorados hoy como cuando se casaron.

Pero igual que son verdad los datos, la percepción de que ‘algo es distinto’ obedece a una realidad. Los que hoy son jóvenes están inmersos en un contexto de profundas transformaciones sociales, económicas y culturales que afectan a sus trayectorias. El matrimonio ha abandonado una serie de elementos institucionales que lo apuntalaban, como ciertas ventajas materiales y sociales, y lo que ahora empuja a las parejas a casarse y mantenerse unidas es “la posibilidad de encontrar la felicidad en las oportunidades de intercambio sentimental que la relación matrimonial procura”.

Todo esto lo revela la última investigación de la Fundación SM: Matrimonios y parejas jóvenes. España 2009, que reflexiona acerca de la nupcialidad, los valores y expectativas de la vida familiar, las dinámicas de convivencia o la distribución de las responsabilidades y los recursos, entre otros aspectos. En ella, los autores dudan que, “como afirman algunas voces, nos dirijamos a un escenario donde cualquier estructura comunitaria, incluida la familia, se descomponga. (…) Los individuos estudiados en este libro seguirán viviendo en familias, continuarán valorando la vida en pareja, reconocerán las oportunidades y ventajas que esta procura, y pelearán por mantener sus familias intactas, por reconstruir su vida familiar si ésta (por cualquier circunstancia) se rompe (…). Quizá sus trayectorias familiares se asemejarán poco a las de sus padres, pero su confianza en la familia como institución parece inquebrantable”.

O, como dicen en otro punto del informe: “La vida en pareja, incluso el matrimonio, gozan de buena salud. El matrimonio ha perdido buena parte de su valor instrumental, pero no así de su valor simbólico”.

El estudio fue presentado en Madrid el pasado 8 de abril. Dirigido por Julio Iglesias de Ussel y coordinado por Pedro González Blasco, recoge una gran cantidad de interesantes cifras y datos, importantes no sólo para conocer la dinámica interna de las parejas, sino para entender su repercusión para el resto de la sociedad.

El nuevo modelo de matrimonio implica, por ejemplo, que es una unión ajena a cualquier condicionamiento (sólo al 3,4% le influyeron presiones familiares, y al 3,2%, presiones sociales) y que se contrae, sobre todo, por el valor que se le otorga. Entre los motivos fundamentales, porque da estabilidad a la pareja (30,3% ) y porque hay hijos o se piensa en tenerlos (16,7%).

Es verdad que hay un número creciente de jóvenes que se van a vivir juntos bajo la forma de pareja de hecho, bien “por comodidad” o para “darse un período de prueba antes de casarse”. Es una práctica más común en zonas urbanas y en segmentos de población poco religiosos, agnósticos o ateos, y se da con más frecuencia entre quienes califican la relación de pareja de sus padres como mala o muy mala. El 34% dicen no creer en el matrimonio.

En cuanto a la cohabitación, casi seis de cada diez entrevistados consideran conveniente vivir juntos en lugar de o antes del matrimonio. “Y si a ello –se lee en el informe– se añade la permisividad que se percibe en las relaciones sexuales antes de casarse [el 97,6% consideran que ‘no está mal’], cabe hacer la previsión de que, desde luego, seguirá aumentando la práctica de la cohabitación en nuestra sociedad”. Lo cual no quiere decir que se sustituya por el matrimonio, sino que, en todo caso, éste se posterga.

Los españoles se casan ahora más tarde que antes porque los jóvenes prefieren finalizar con éxito sus estudios y asegurarse un empleo y una vivienda. “La decisión matrimonial tiende a posponerse mientras no esté plenamente garantizada la viabilidad de un proyecto de vida en común duradero”, y se intuye un cierto miedo al riesgo de que pueda fracasar por haberse embarcado en este proyecto de forma “irresponsable”. “El ideal matrimonial mantiene intacto todo su pedigrí”, se insiste.

Los autores del estudio apuntan una conclusión contundente: “Nada de lo ocurrido en estas décadas en la familia española es comprensible sin ser consciente del vertiginoso cambio en la situación social de la mujer”. La asimilación del “modelo igualitario” supone la creciente participación de los varones en las actividades domésticas y de atención a los hijos. Además, conlleva un incremento de la aportación financiera al hogar por parte de una mujer trabajadora que, sin embargo, con la maternidad, se enfrenta al dilema de quién y cómo se va a encargar de la crianza de los hijos.

La investigación apunta a la muy insuficiente política familiar en España en comparación con otros países vecinos: “La sociedad ha olvidado que los niños son un ‘bien público’, puesto que contribuyen al sostenimiento de la economía y aseguran el futuro de los estados de bienestar, pero cuyos costes sufragan en su mayor parte sólo unos pocos”.

La llegada de los niños obliga a adoptar nuevas estrategias de organización que, al final, la mayoría de las parejas resuelven con una “tradicionalización de los roles familiares”: el 15% de las mujeres abandonan el mercado de trabajo, y muchas reducen su jornada laboral (un 37% ha interrumpido su trabajo durante un año o más). A la vez, muchos hombres aumentan su actividad laboral para compensar los costes económicos; por si fuera poco, los hijos agudizan tensiones acerca del reparto de tareas domésticas y son uno de los principales factores que propician el desgaste de los sentimientos amorosos, sobre todo de las mujeres.

Mayoría de bodas religiosas


Cada vez hay menos matrimonios, tanto civiles como eclesiásticos. Pero el informe de la Fundación SM revela que, contra lo que se pueda percibir, el 69% optan por un matrimonio religioso, y el 30% por uno civil. La religiosidad del entrevistado es fundamental para entender las razones para casarse: en ellos pesan más que en otros grupos la estabilidad de la pareja que procura el matrimonio y la voluntad de tener hijos.

El 18% de los católicos practicantes han convivido en pareja antes de casarse, el 16% de los casados que convivieron en pareja antes del matrimonio consideran que casarse por la Iglesia es la situación ideal, y un 25% adicional cree que la solución óptima es casarse por la Iglesia después de convivir juntos.

El 90% de las personas que se consideran muy buenos católicos y católicos practicantes, y el 77% de los católicos no muy practicantes optaron por el matrimonio religioso. Llama la atención que el 55% de quienes se consideran indiferentes y un tercio de los agnósticos, no creyentes y ateos también han optado por el rito religioso. “Estos datos avalan la idea de que el matrimonio por la Iglesia es, en muchos casos, un rito social relativamente independiente de las creencias de los contrayentes y que trasciende la dimensión estrictamente religiosa”, opinan los autores.

En el nº 2.702 de Vida Nueva.

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