Los cristianos de Pakistán, acosados

Bibi, condenada a muerte por blasfemia

(María Gómez) Asia Bibi, peón agrícola casada y madre de tres niñas y un niño, estaba trabajando en el campo con otras mujeres, en la localidad de Ittanwali (provincia paquistaní de Punjab), cuando se inició una discusión sobre religión. Ella, cristiana protestante, se puso a defender el cristianismo frente al islam, actitud que sus compañeras, musulmanas, interpretaron como una ofensa. Comenzaron a intimidarla y a pegarle. Escapó hacia su casa, pero un grupo de hombres se unieron a la multitud y la encerraron y la golpearon, junto con sus hijos, acusándola de “infiel”; luego fue arrestada y sometida a juicio. Esto ocurrió en junio de 2009, y el pasado 7 de noviembre ha sido sentenciada a pena de muerte por un delito de blasfemia.

Casi mil personas han sido condenadas por este cargo en Pakistán desde 1986, cuando se promulgó la ley de la blasfemia para castigar toda ofensa a Mahoma, al islam o al Corán. Según la Comisión Nacional de Justicia y Paz de la Iglesia Católica (NCJP), la mitad de los condenados son musulmanes, pero en los últimos años se observa una instrumentalización sistemática de la ley contra los cristianos. Ésta es un pretexto para los ataques, venganzas personales u homicidios extrajudiciales; basta el testimonio de un musulmán para incriminar a cualquiera. Casos como el de Bibi se repiten por el país, pero el suyo ha traspasado una línea importante, al ser la primera mujer condenada a muerte por este motivo. “Es un verdadero ultraje a la dignidad humana y a la verdad. Haremos todo lo posible para que el tribunal se desmienta y se vaya a la apelación”, asevera Peter Jacob, secretario ejecutivo de la NCJP, a la Agencia Fides.

“Los cristianos son un objetivo muy fácil”, explica Andrew Francis, obispo de Multan (en la región de Punjab), a propósito de una comunidad que supone el 1,6% de la población total del país. ¿Y son ciudadanos de segunda clase? “De iure no, pero de facto sí. De iure, la bandera de Pakistán tiene dos colores, verde y blanco; el blanco representa a los no musulmanes. Pero de facto hay mucha gente discriminada por su religión”, responde el obispo a Vida Nueva.

El obispo Francis

Durante una breve visita a Madrid, invitado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, el obispo de Multan recordaba el ataque contra una iglesia protestante que acabó con 18 muertos. Era el 19 de noviembre de 2001, y se considera el inicio del recrudecimiento contra lo no musulmán, alentada por el sentimiento anti-occidental tras la respuesta de los Estados Unidos al 11-S. Ese mismo año, el propio obispo fue objeto de un intento de asesinato cuando dos hombres entraron armados en su despacho y le apuntaron a la cabeza. Por suerte, erraron el tiro. Con todo, monseñor Francis asegura: “Estos actos de terrorismo son realizados por una muy pequeña minoría de personas, y ni el Gobierno ni la población los apoyan”. Y lamenta: “Es una pena que un grupo tan pequeño haya conseguido sacar adelante la ley de la blasfemia y la sharia, que tanto sufrimiento traen a mucha gente y, en particular, a los cristianos”.

El Gobierno de Islamabad ha asegurado su apoyo a las minorías religiosas, pero está atado por los radicales. Mientras, el obispo trabaja desde los límites de su ministerio pastoral (“Nuestra arma es el valor del Evangelio, nosotros perdonamos a los que nos atacan”), convencido de las bondades del diálogo interreligioso y de la educación: “Cuanta más educación, menos terrorismo. Yo tengo buena relación con el Gobierno y con imanes y ulemas, muchos no cristianos vienen a mi casa a rezar y yo les abro mis puertas encantado. También he estado enseñando en una escuela coránica, los místicos les gustan mucho. Como cristiano, amo a la gente y su religión. Mi objetivo es construir la buena relación entre todos para lograr la paz”.

Protestas para pedir la derogación de la Ley

“La gente tiene miedo a quedarse sin trabajo o sin casa, a que no haya respeto, a las venganzas, a que se pueda hacer daño a su familia… Decir que son ciudadanos de segunda o de tercera es poco”, describe, por su parte, la misionera barcelonesa Pilar Vila San Juan, una de las pocas españolas en el país. Esta religiosa de Jesús-María que lleva 12 años en Pakistán (actualmente está en Lahore, capital de Punjab), sufre con la discriminación que a diario afecta a la comunidad cristiana. “Estoy indignada; no tengo miedo, sino rabia e impotencia. En mi escuela tengo a musulmanes y a cristianos, y si rechazara a los primeros por su religión, muchos niños se quedarían sin escuela”. Pero eso los violentos no lo ven. Y cuenta el caso de un hombre al que un casero no sólo no le alquiló su casa porque era cristiano, sino que llamó a policía, acusándole de robar durante la conversación del trato por la casa.

Sólo en los dos últimos meses se registran cinco casos de falsas acusaciones: a mediados de septiembre, la sospecha contra un joven cristiano de Sargodha conllevó, además, amenazas para que su familia se fuera del pueblo. En el distrito de Sialkot, un cristiano estuvo a punto de ser linchado en su casa porque en su puerta apareció un Corán con páginas quemadas. A principios de octubre, tres hombres fueron denunciados porque se dijo que habían arrancado y tirado a la basura algunas hojas de libro musulmán.

Ajusticiados por el pueblo

Otros ni siquiera tienen la “suerte” de llegar a los tribunales y son ajusticiados por el pueblo. Entre los casos paradigmáticos, cabe recordar el del 30 de junio de 2009 en Kasur, donde más de 110 familias cristianas acusadas de blasfemia fueron obligadas a huir de sus casas. Poco después, en Gojra murieron nueve mujeres y niños al ser incendiadas sus casas. Y luego están los casos más dramáticos: en marzo, en Lahore, la joven Kiran George murió cuando un funcionario de policía musulmán que la había comprado como esclava le prendió fuego; también en marzo, en Rawalpindi, Ahmad Masih fue quemado vivo, y su mujer violada, por negarse él a convertirse al islam. Shazia Bashir tenía 12 años cuando, en enero, fue torturada, violada y asesinada por el dueño de la casa donde servía.

“Los cristianos han corrido el riesgo de limpieza étnica” y actualmente viven “tiempos de inseguridad y precariedad”, denuncia Francis Mehboob Sada, director del Christian Study Center de Rawalpindi, que añade: “En los dos últimos años el sufrimiento de los cristianos se ha multiplicado y de la política hemos recibido sólo eslóganes y palabras”.

Luto tras la masacre de Gojra en 2009

El presidente de la Conferencia Episcopal de Pakistán y arzobispo de Lahore, Lawrence Saldanha, se ha dirigido varias veces en los últimos meses al Gobierno de Islamabad para reclamarle que la protección de las minorías sea “una prioridad en su agenda” y que elimine las leyes discriminatorias existentes, que están afectado a los cristianos más allá de los horribles casos de violencia, por ejemplo, en el actual período de reconstrucción del país después de las inundaciones sucedidas el pasado verano.

“No sé qué puede hacer la comunidad internacional, que no vive aquí o que apenas nos cree”, lamenta Pilar Vila San Juan. “Mi tarea es cuidar a los cristianos, animarles a que sigan rezando, procurarles los sacramentos y enseñarles a poner la mejilla y a aguantar el escupitajo como Jesús”.

En el nº 2.730 de Vida Nueva.

INFORMACIÓN RELACIONADA

Compartir