Lolo no necesitó “mitras”

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Desde el pasado sábado, Manuel Lozano Garrido está en los altares. El Papa lo registró en el libro de los beatos el mismo día en que se clausuraba el Año Sacerdotal. Lolo murió mientras en Roma se celebraba, en 1971, el importante Sínodo sobre el Sacerdocio, convocado por Pablo VI. Coincidencias significativas. Lolo no fue un eclesiástico, ni un laico de sacristía, sino un laico sencillo, comprometido con la pluma y en el dolor. Su vivencia cristiana era más eclesial que eclesiástica y su visión del sacerdocio estaba en sintonía con la Presbyterorum Ordinis. Por eso en Linares, bajo la lluvia, emocionados y felices, estaban sus amigos, laicos de la Iglesia de Jaén; y los enfermos, y los jóvenes y muchas personas sencillas. No importa que no hubiera tantos obispos como en otras beatificaciones recientes y glamurosas (lamentables las ausencias de los obispos de Sevilla, Jerez, Huelva, Almería, Málaga o Guadix). Loable esfuerzo de los que sí estuvieron, pese a haber llegado de Roma la noche anterior. A los paisanos les daba igual que hubiera más o menos mitras, porque la Iglesia, para ellos, está más allá de las sacristías.

Publicado en el nº 2.712 de Vida Nueva (del 19 al 25 de junio de 2010).

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