Liturgia y pobres de Jesucristo

ÁNGEL GARCÍA RODRÍGUEZ O.Ss.T. BUENOS AIRES, ARGENTINA | Soy un fiel seguidor de Vida Nueva desde hace 35 años, y desde distintos rincones del mundo. La comencé a leer por los años 70, cuando hacía el noviciado en Córdoba. Luego la seguí en los años 80, cuando marché de seminarista a Buenos Aires (Argentina). Ya como sacerdote y misionero, durante 20 años en Lima y en la selva peruana. Después, seguí alimentadome de ella durante tres años en Santiago de Chile. Y de ahí la encontré de nuevo en Málaga, mientras realizaba mi labor de capellán de la cárcel de Alhaurín de la Torre.

Y ahora me llega Vida Nueva aquí, en Buenos Aires, adonde llegué trasladado recientemente. Tras contemplar los rostros sufrientes de los pobres que se acercan a la parroquia a pedir alimento, ropa, ayuda, trabajo, y después de celebrar la misa con los presos en la cárcel, leí el número con la entrevista al cardenal Cañizares.

Con mi mirada puesta en los pobres y encarcelados, que creo que nos llevan directamente a Dios, respeto el interés y pasión del cardenal Cañizares por la liturgia, pero en parte estoy y no estoy de acuerdo con él en esta afirmación: “Solo la vida litúrgica podrá volvernos verdaderamente a Dios”. Yo hubiera añadido a la vida litúrgica los pobres de Jesucristo como lugar teológico de encuentro con Dios.

Ciertamente, en la celebración de la fe hemos de encontrar a Dios, pero también, tras leer el Evangelio, no encontramos ninguna bienaventuranza que diga: “Bienaventurados los liturgistas porque de ellos es el Reino de los cielos”. La crisis globalizada no nos puede llevar a la tentación de refugiarnos tras el calor de nuestras iglesias y liturgias, muchas de ellas de corte romano y poco inculturizadas.

Ante la afirmación del cardenal Cañizares, desde este rincón, y al lado de los pobres y encarcelados, le diría que ellos nos siguen recordando hoy aquello de “tuve hambre y no me diste de comer… Tuve sed y no me diste de beber… Estuve en al cárcel y no me visitaste”. Finalmente, le daría un humilde consejo: “Apostemos por la vida litúrgica, pero sin olvidarnos de la vida de los pobres de Jesucristo”.

Creo que es lo que el mundo nos está pidiendo a los cristianos del siglo XXI. Solo así seremos realmente creíbles en una sociedad más laica que cristiana, multicultural y muy sensible con los pobres, la Justicia y los Derechos Humanos.

Pueden enviar sus cartas con sugerencias o comentarios a: director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.754 de Vida Nueva

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