Las víctimas de la crisis, escandalizadas

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

El espectáculo de políticos en los banquillos de la Justicia es aún más sangrante cuando la población se debate en una dura crisis. La deplorable imagen de gestores de la cosa pública entrando y saliendo de los juzgados para dar cuenta de los sucios negocios que le han proporcionado ingresos extraordinarios, ha soliviantado a una población que paga sus impuestos, que ve cómo se retardan las ayudas prometidas, que tienen que cerrar pequeñas empresas por las deudas de las administraciones públicas, que viven con el “pan y la cebolla” de pensiones de miseria y que se las ven para llegar a fin de mes. La crisis económica está sacando a flote la lujuria especuladora, la pereza de los reguladores, la envidia de los actores económicos, la codicia de los directivos, la gula de los inversores, la ira de los que pagan los platos rotos y la soberbia del mercado. Mientras tanto, los pobres siguen, como dijera Mario Benedetti, contemplándolo todo “según el dolor con que se mira”. Ante esta situación de emergencia, a la Iglesia no sólo le corresponde la atenta y eficaz ayuda a quienes sufren, sino también la siembra de un estilo distinto; un estilo que sin dejar de verse interpelado por la caridad, no quede callado ante la injusticia que crea una nueva clase social, la de las víctimas de la crisis. Un modelo de hombre nuevo que gestione la cosa pública y que saque a flote lo que en el hombre hay de más humano, solidario y fraterno. Hoy la Iglesia tiene que ofrecer, junto a la ayuda puntual, su voz profética ante el espectáculo de una crisis envalentonada contra los más pobres.

Publicado en el nº 2.682 de Vida Nueva (del 7 al 13 de noviembre de 2009).

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