Las periferias

Sebastià Taltavull, obispo auxiliar de BarcelonaSEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona

“Nuestro trabajo eclesial en favor de los demás ha de llegar a todas las ‘periferias’ de nuestra sociedad global…”.

Es un hecho innegable que en la medida en que la crisis avanza, las “periferias” aumentan. El sufrimiento de las familias, la insatisfacción de los trabajadores, la decepción de los jóvenes, la pobreza de medios, la dificultad de superación, la pérdida de esperanza.

Reunido con un grupo de militantes obreros, nos llega la noticia de que una joven madre de familia ha sido despedida del trabajo; en una larga y densa reunión con jóvenes con los estudios terminados y sin perspectivas de empleo, planea un ambiente de tensión que pone de manifiesto las dificultades cada día más crecientes de inserción social.

La gravedad de toda esta creciente situación está provocando todo tipo de reacciones. Las comunidades cristianas lo viven a flor de piel, porque está afectando a muchos de sus feligreses que, además de llevarlo a la oración, se han volcado en ayudas que superan todas las previsiones y medidas, con respuestas que van desde la donación de buena parte del propio sueldo y otros gestos habituales de compartir, hasta la elaboración de proyectos que proponen actitudes evangélicas y una nueva organización familiar, económica y social.

Nuestro trabajo eclesial en favor de los demás ha de llegar a todas las “periferias” de nuestra sociedad global. Para nuestro quehacer pastoral, sirvan las palabras que el cardenal Hummes dirigió al cardenal Bergoglio en el momento de su elección como sucesor de Pedro: “¡No te olvides de los pobres!”.

Advertencia hecha con amor para que vivamos a fondo nuestra “unción” recibida en el bautismo, en la confirmación, en la ordenación sacerdotal y episcopal, y –como nos dice el papa Francisco– “salir a experimentar su poder y su eficacia redentora en las “periferias” donde hay sufrimiento, sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patronos”.

En el nº 2.846 de Vida Nueva.

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