Las fiestas del invierno y el dispendio

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

Recuperar el sentido de la Navidad es tarea que los cristianos no podemos eludir. Cada año va tomando más fuerza la celebración de las “fiestas del invierno”, con un largo calendario que ocupa todo el mes de diciembre, jolgorio para el consumo y el dispendio. Hubo un tiempo en que los cristianos, aprovechando las grandes celebraciones en honor al Sol Invicto, vivían como fiesta estos días en los que la luz se rezagaba. Se celebraba orgiásticamente la ruptura del ciclo anual, cuando la luz empezaba a disipar las tinieblas. No era fiesta propicia para quienes vivían en la alegría de otra luz que irradiaba desde Belén. Y mientras corría el jolgorio de un decadente Imperio Romano, los cristianos rebosaban de gozo recordando la venida del Señor en la carne, anticipo de su venida en gloria. Y lo hacían en la fresca fraternidad, con cantos de alabanza y con un compromiso con los pobres. Nada podía ser igual después de haber experimentado la fuerza de la luz de Belén. Quizá ha llegado la hora de recuperar el viejo pulso y celebrar en la intimidad del corazón de las fraternidades el gozo de la luz de Belén y de comprometernos hoy con garra para que el mensaje de paz y alegría sea una realidad, abandonando la fiesta vacía del consumo, abriendo sendas de solidaridad y aportando al mundo una alegría más llena, más eficaz, más honda: la alegría que no nace de una copas vacías, sino de la fe y del amor. Al fin y al cabo, la Nochebuena es buena porque Dios la hizo tal. La fuente de la alegría navideña no está en nuestro interior, sino en la bondad de Dios para con nosotros que anida en el corazón.

Publicado en el nº 2.687 de Vida Nueva (del 12 al 18 de diciembre de 2009).

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