Laicos también comprometidos en la vida parroquial

El Centro de Estudios Pastorales de Cataluña cumple 40 años

(Jordi Llisterri) Tenemos la generación de laicos mejor formada de la historia. En casi cualquier parroquia hay profesionales que destacan en su ámbito laboral, entre ellos, la gestión. Pero no solo eso. Cada vez hay más laicos con una larga experiencia pastoral acumulada en la catequesis, en la preparación de la liturgia o en la pastoral social. Laicos que, además, en bastantes casos han asistido a cursos o clases de teología, siendo muchos de ellos diplomados. Entonces, ¿por qué no aprovechar más este caudal de formación y preparación del laicado? ¿Y más cuando muchos curas no dan abasto?

Este es un punto de la partida de los Cursos de Pastoral del Centro de Estudios Pastorales (CEP), la propuesta que hace ya 40 años ofrece esta institución que funciona bajo el patrocinio de las diez diócesis con sede en Cataluña. Los cursos no son nuevos, pero en los últimos años se han renovado para responder a nuevas exigencias. Ya no se trata solo de ofrecer unas sesiones de formación; se trata de preparar un curso a la medida, realizarlo en cada arciprestazgo o parroquia que lo pide y de culminarlo con un plan determinado para revitalizar aquellos aspectos concretos más urgentes que emergen de cada realidad pastoral. A través del curso, se forma pero, a la vez, se implica a los miembros de cada parroquia en su elaboración. 

Salvador Olivé es uno de los laicos que participa en los cursos que han realizado las parroquias del barrio del Poble Sec de Barcelona. Una docena de laicos han seguido los mismos para profundizar en la formación cristiana y para detectar las necesidades pastorales del entorno. Ahora están en la tercera fase: realizar un programa concreto y aplicable que responda a estas necesidades. En este caso, la prioridad es la acogida: “Ha habido consenso en que si no salimos a buscar a la gente, nos quedamos los de siempre”. Por eso se pretender tener un grupo de laicos en cada parroquia que se preocupe de la acogida y que inicie un proceso de vinculación a la comunidad con todos lo que se acerquen a ella. Para Salvador, esto “tiene que llegar a gente muy distinta, desde los ancianos que están solos, hasta las parejas jóvenes que vienen para celebrar un sacramento”. Si nadie les sigue la pista, vienen, pasan, y se van. 

Esta experiencia es una más de las que han producido los 25 cursos que, en este formato, se han realizado en varias de parroquias de las diócesis de Barcelona, Terrassa, Sant Feliu de Llobregat, Vic y Girona. El director del CEP, el sacerdote Josep Maria Domingo, hace un balance positivo de la experiencia porque “demuestra que hay laicos interesados y con disponibilidad para asumir responsabilidades en la vida parroquial”. Añade que “la participación en tareas de gestión parroquial no nos puede hacer olvidar que la misión de los laicos es su presencia en el mundo”. Pero evitar la clericalización del laicado no quiere decir que no puedan tener más protagonismo en la vida parroquial: “Ejercer como cristianos adultos”.  

El balance es que los cursos permiten, sobre todo, crear una nueva red de relaciones personales y encontrar nueva gente dispuesta a comprometerse. Tampoco se trata de inventar nada nuevo; es un modelo pastoral de corresponsabilidad muy extendido en muchas diócesis europeas o en los continentes con iglesias emergentes, como la asiática o la latinoamericana. Experiencias de gente que, como dice Salvador, “cuanto más hemos hecho, más he disfrutado”.

En el nº 2.640 de Vida Nueva.

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