La voz tronante de Agrelo

ÁNGEL GARCÍA RODRÍGUEZ (SEVILLA) | Tras leer el artículo profético de la cruda situación de los inmigrantes en Tánger escrito por José Antonio Pagola (nº 2.965), solo quiero añadir las palabras de denuncia de Santiago Agrelo en las VIII Jornadas Trinitarias de Pastoral Penitenciarias, celebradas en Sevilla el 20 de noviembre: “Como obispo de Tánger, reclamo que sean importantes todas las muertes. (…) ¿Por qué los medios solo se han hecho eco de las ultimas 129 muertes europeas y han obviado en sus informaciones la muerte de los 3.015 inmigrantes africanos muertos en lo que va de año en el Mediterráneo? La legislación española protege más aun perro que a un inmigrante”.


Ojalá que nuestros obispos de la Conferencia Episcopal escuchen el grito de don Santiago y se solidaricen con él. Es un buen cristiano y obispo franciscano que no luce con sotana ni va en coche especial, y que con el corazón en la mano nos confesó: “Todas las semanas subo a llevar comida y ropa allí en el bosque, donde están escondidos los inmigrantes que sueñan con llegar a España”. Sin pelos en la lengua, recordando a aquellos millones de negros de los que Europa se adueñó como esclavos, señaló: “Hoy volvemos a adueñarnos de sus vidas gritándoles y poniéndoles altas vallas para que no se muevan de sus países, ya que nos producen inseguridad… Mejor que mueran tranquilos en África sin tocar nuestras puertas”.

“Sueño –concluyó– con verdaderas comunidades eclesiales en donde los pobres no estén fuera, pidiendo en la puerta, sino que les hagamos pasar para celebrar con nosotros. Ellos son los verdaderos protagonistas”.

En el nº 2.971 de Vida Nueva

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